ESPAÑA. Durante el último año hemos asistido a una caída de los precios del petróleo. Esta evolución se ha trasladado a los precios de los alimentos básicos. La energía manda sobre los alimentos. En años pasados la escasez energética fue causa de escasez alimentaria. La demanda de energía presionaba sobre las necesidades de tierras para cultivos energéticos, 100 millones de hectáreas en la actualidad. Tierras que se detraían de las utilizadas para cultivos de uso alimentario. La energía también influye en los costes de los modelos de producción intensivos ¿Intensivos en qué? En fertilizantes, en carburantes y en agroquímicos, que son muy dependientes de la energía.

La nueva situación podría representar buenas noticias para los consumidores urbanos que dependen en buena medida de las importaciones de alimentos, pues el transporte se beneficia de los bajos precios de los carburantes. Sin embargo, todo puede ser un espejismo y en las zonas pobres de muchas ciudades así como en extensas zonas rurales, la situación alimentaria sigue siendo alarmante. La FAO reporta 800 millones de personas sufriendo desnutrición crónica. Toda una paradoja en un mundo donde más de 1000 millones de personas padecen sobrepeso. Todo son contradicciones y desigualdades y sólo podemos decir que no entendemos lo que ocurre o, más bien, que no queremos entenderlo.

Quizás una buena alimentación no dependa únicamente de los precios de la energía. Mucho se ha escrito recientemente sobre las causas del hambre y sus posibles soluciones. Ambientalistas reclaman la máxima celeridad para garantizar una producción sostenible de alimentos en un planeta sujeto a calentamiento global, degradación de los recursos hídricos y de los suelos. En mayo de 2013, un Grupo de Alto Nivel sobre la Agenda post-2015 para el Desarrollo declaró que «la nuestra podría ser la primera generación en la historia de la humanidad que ponga fin al hambre«. Pero ¿será posible?

Para entenderlo, primero hay que aceptar la complejidad del problema y someterlo a debate, como está haciendo la comunidad de “Retos de la Agricultura y la Alimentación en el siglo XXI”, curso masivo abierto online (MOOC) organizado por la Universitat Politècnica de València que se imparte hasta finales de marzo en la plataforma edX. Se espera en los próximos años que la demanda de productos básicos seguirá aumentando, con un cambio en el modelo alimenticio, sobre todo en los países emergentes, donde el crecimiento económico o de las clases medias ha conllevado un modelo intensivo en productos ganaderos, que son obtenidos de una manera poco eficiente ya que para producir una caloría de origen animal se tienen utilizar tres calorías de granos. Nos enfrentamos además a una limitación de tierra, suelo, agua, y biodiversidad, que están en grave riesgo. Los méritos de la «revolución verde» de años pasados se han ido perdiendo y eso tiene que ver con una sobreexplotación de los recursos naturales.

La seguridad alimentaria depende también del acceso a los alimentos, constreñido en las personas excluidas de la globalización. Muchos campesinos de áreas de África, Asia y América Latina ni se enteran de los fluctuaciones de los precios del petróleo. Más bien se ven perjudicados por depredadores masivos, como los llama Ziegler en su obra Destrucción Masiva, en los que el interés privado prevalece sobre el derecho a la alimentación. Los depredadores acaparan grandes extensiones de tierra cultivable y utilizan los alimentos como un bien especulativo.

Siendo la alimentación de la humanidad un bien público global, no puede esperarse que las grandes corporaciones y el mercado vayan a dirigir sus estrategias hacia dicho objetivo. Es alarmante el estancamiento de la cooperación internacional en este área, la entrega sin reservas de las funciones de investigación y transferencia de tecnología al sector privado y la incomparecencia del sector público en el apoyo de la agricultura familiar que constituye uno de los pilares de la sostenibilidad y la alimentación en el planeta. La tecnología puede contribuir a la solución del problema del hambre, pero ésta es también un problema social, de relaciones de poder, que requiere soluciones políticas y un cambio de mentalidad en nuestras sociedades.