Iba a iniciar mi post con “lo peor del debate sobre el estado de la nación”, pero me he dado cuenta de que no puedo encontrar “lo peor”, porque “lo peor” es todo. Lo peor es la falta de talla política, de oradores que le impriman al debate el carácter que debiera tener. Lo peor es la falta de ideas, las descalificaciones, la soberbia. Lo peor es el desprecio a la democracia, cuando se observa a alguien en la tribuna ante un parlamento prácticamente vacío – ¿es esa la regeneración democrática de la que nos hablan los grandes partidos? ¿El señor Sánchez es capaz de dar un golpe en la mesa y echar a Tomás Gómez y no puede llamar al orden a los diputados de su partido para que cumplan con su obligación, al menos con su obligación, ni siquiera me estoy refiriendo al interés, de permanecer en sus escaños? ¿Rajoy tampoco puede? – Lo peor es ver a la vicepresidenta del parlamento jugando con el móvil, mientras se debate la situación de los parados, de los desahuciados, de los enfermos, de la educación, de todo aquello a lo que la población es sensible y le produce dolor, y juega con un móvil que le hemos pagado todos los españoles. Lo peor son las descalificaciones personales, la falta de empatía, el distanciamiento con la ciudadanía, la arrogancia. Lo peor son las encuestas posteriores sobre quién ha ganado o quién ha perdido, como si estuviésemos viendo un partido de fútbol, cuando se está hablando de la situación de un país desangrado, donde por sus heridas abiertas brota la indignación y el desprecio a una clase política que no hace sino más méritos para que sea detestada. Lo peor es que no gana ni pierde un partido, lo peor es que quien pierde es toda la ciudadanía ante tan bochornoso espectáculo. Lo peor es que el Parlamento son “los payasos de la tele”.