Ya se ha dado el pistoletazo de salida a la primera, de las varias campañas electorales, que nos esperan este año. Todos los partidos pondrán en su escaparate sus ofertas, para que se las compremos. Es su concepto de la democracia, vendernos cada cuatro años lo que los ciudadanos venimos demandando desde, al menos hace cuatro. Promesas que, como cada cuatro años, volverán a ser las mismas dentro de otros cuatro. Uno no puede dejar de preguntarse por qué los que gobiernan no han acometido esas propuestas cuando gobernaban, y, los que no gobiernan, por qué no lo han demandado desde la oposición. Porque nos proponen programas de regeneración democrática, de empleo, de lucha contra la corrupción, de mejora de la sanidad o la educación, propuestas demandadas por la sociedad hasta el hartazgo. Y si se leen los programas electorales, se observa su ambigüedad, son un anuncio de intenciones, nada concreto, ningún detalle de cómo se van a acometer las soluciones. ¿A qué le llaman regeneración democrática? No lo sabemos, ¿Cómo van a acometer el problema de la corrupción? Lo desconocemos, ¿cuál va a ser la política para el fomento o la creación de empleo? No se sabe, ¿qué piensan hacer con la sanidad pública, para situar los estándares de calidad donde estuvieron antes? Es otra incógnita… y así hasta el último de los puntos de cada uno de los programas.
Lo que sí sabemos es que:
Las listas continuarán siendo cerradas.
Los altos cargos seguirán viajando en coches oficiales.
Los emolumentos de los parlamentarios y dirigentes no van a variar, y si lo hacen, será al alza.
Al ciudadano no van a pedirle opinión hasta dentro de cuatro años, votando.
Los hospitales continuarán abarrotados y los profesionales sin medios.
La enseñanza se deteriorará más.
Los parados de larga duración, continuarán dependiendo de la solidaridad de sus compatriotas.
Los afectados por la hepatitis c, continuarán muriendo.
La pobreza no va a dejar de aumentar.
El problema de la desnutrición infantil se agravará.
La gente continuará perdiendo sus casas.
Porque los programas electorales, al menos de los grandes partidos, que son los únicos que, hasta la fecha, han gozado de la oportunidad de gobernar, está más que demostrado que se confeccionan para no cumplirlos, o, simple y llanamente, son papel mojado.