Hace dos meses en España, nos reíamos tristemente del extendido nuevo dicho “España no es Grecia“. Ahora, con los resultados de las elecciones en Andalucía, podemos estar ante un nuevo “Andalucía no es España” ya que, los resultados no son extrapolables a otros lugares de España, así como a unas elecciones generales. Pero, ¿por qué?
Muchos expertos apuntan a que las elecciones andaluzas son la llave del poder en el gobierno central, por lo que es “necesario”, dicen, ganar en Andalucía para ganar las elecciones generales. Los motivos para esto son lógicos: se trata de la Comunidad Autónoma con más población, por lo que resulta completamente determinante. La cuestión es: ¿esto los votantes lo saben? O más importante aún, ¿el voto en las elecciones andaluzas es previsible de no cambiar cuando se traten de unas elecciones generales?
Hasta las Elecciones Europeas no hubo la sorpresa, no empezó a hablarse de la “nueva política” y no se comenzó a pensar que, tal vez, los españoles estaban cambiando su manera de reaccionar ante las instituciones políticas. Después de la fuerza del discurso teledirigido, en el cual, es el cabreo y el voto por desencanto, el que dio a la nueva formación de Podemos la anecdótica cifra de más de un millón de votos. Y cabe recordar que “anécdota”, cuando hablamos de resultados electorales, es todo aquello que no termina conduciendo a un triunfo político, esto es obtener poder y, para lo más mayores (por lo general), obtener la mayoría que permita gobernar. Esa es la lógica para hablar de muchos lugares, aunque sí se aceptan características especiales para las regiones del País Vasco y Catalunya. Pero solo para ellas.
Es cierto que, en las elecciones andaluzas, los nuevos, especialmente Podemos con esa campaña tan optimista, y Ciudadanos no han obtenido todo lo que deberían si el bipartidismo representa un sistema tan corrupto como ellos califican. Aunque cabe recordar que Ciudadanos no se trata de un partido nuevo, sino que era la primera vez que se presentaba en Andalucía, lo interesante del asunto es que esta comunidad tiene una característica muy importante: ¿Bipartidismo? ¿Qué bipartidismo? Si se trata de una comunidad en la que el PSOE lleva casi 40 años de gobierno. Y esta aberración democrática es precisamente la clave.
La campaña de Podemos y Ciudadanos se ha limitado a repetir lo mismo que plantean para el resto de España, con el punto esencial de “terminar con el bipartidismo” y ese símil de Ciudadanos tan habitual en las facultades de ciencias sociales: cambiarse de gafas para mirar esta nueva realidad. Yo no sé si estos partidos sentirán haberse pegado un batacazo electoral, pero si usan símiles como los de las gafas, supongo que contarán con que un cambio generacional y de valores, como el de la actualidad, es un periodo de indeterminación política y agitación complejo, que no se calma porque aparezcan nuevas formaciones. Menos, en un país como España, en el que el voto no se ha dado por motivos racionales, sino prejuicios y lecciones familiares que atienen a viejas tradiciones.
Y, viendo los resultados históricos de Andalucía, ¿qué es esta comunidad sino un territorio manejado por tradición desde hace 40 años? Pero, mirando los mismos resultados, ¿qué se ha producido en Andalucía, en estas últimas elecciones, sino el cambio más importante hasta el momento en la tendencia de voto? Si nos quedáramos con los resultados electorales finales, los escaños, nos quedaríamos con una parte demasiado pequeña de la historia, ya que nos perderíamos el punto de inflexión que se ha producido. Porque a pesar de que sea el resultado más bajo de la historia de Andalucía de votos para el PSOE (y el PP), la Ley D’Hondt ha hecho su parte apostillando unos resultados sobrerrepresentados, dándose la mayor deformación, hasta el momento en Andalucía, entre datos de voto real y escaños conseguidos por los partidos políticos.
Por otro lado, aunque la frase hecha sea tan rotunda como “sin ganar Andalucía no se puede ganar las generales“, esto ya ha ocurrido anteriormente. El PSOE no ha salido del poder en Andalucía, pero hemos tenido unos cuantos gobiernos del PP en Moncloa, ¿no? Lo que nos da entender que esta comunidad cuenta con características especiales: la derecha no consigue crear un discurso que cale y convenza (tal vez porque la derecha en Andalucía es un poco distinta); la izquierda continua englobando al PSOE cuando en el resto de España ya se habla con total normalidad de la similitudes entre los rojos y azules. Y la campaña se ha desarrollado en estas condiciones: un líder del PP que ha tenido el lastre del Gobierno de Madrid, al que le ha tocado cargar con el ímpetu del voto de castigo a su partido; una lideresa del PSOE que ha sabido dar la espalda a Pedro Sánchez y plantearse una campaña en solitario. Aún así, puesto que la Ley D’Hondt está cerca de convertirse en un insulto a la democracia, cabe recordar que el PSOE le ha sacado al PP menos de un 9% de votos, a pesar de que luego se traten de 14 escaños. Así que mucha genialidad de campaña, mucha lideresa carismática pero si tuviéramos otro sistema electoral, estaría condenada a hablar para gobernar, con muchos más que con Ciudadanos, tal y como se prevé.
Entonces, ¿es extrapolable lo que ha ocurrido con el voto de los andaluces a una elecciones generales? Lo pongo en duda. Primero, porque a pesar de no querer meterme en los modernos caciquismos que pueden estar produciéndose en tierras andaluzas y que son esenciales para recibir cierto número de votos, el PSOE no tiene elementos que convenzan fuera de Andalucía. Empezando por el pésimo líder que se han buscado a nivel nacional, incapaz de formarnos una imagen a los electores más allá del infructuoso Pdr Snchz, y que ha sido desplazado de la campaña de Susana Díaz. Segundo, siempre se olvida la Ley D’Hont cuando se va a votar, pero en este año, con estas cuatro elecciones que quedan por celebrarse, el elector cada vez va a ser más consciente. Tercero y más importante: las antiguas reglas que servían para prever lo que sucedía en el escenario político ya no sirven.
Mientras que los tertulianos televisivos más mayores, continúan hablando de la importancia de las mayorías absolutas para gobernar, los ciudadanos continúan afianzándose en otro tipo de discurso: más partidos en los parlamentos españoles, que obliguen a dialogar y paren las medidas austericidas. Y los resultados de las pasadas elecciones en Andalucía no hacen más que confirmar esto: los electores han optado por más partidos, a pesar del sesgo que supone la Ley D’Hondt en la representación de la ciudadanía. Por lo que, ¿Andalucía no es España? ¿O sí que lo es? Tenemos elecciones todo el año para responder.