Venía escuchando a De Guindos esta mañana, entre el sopor de un miércoles de cielos de plomo y la habitual densidad del tráfico matutino.  Como siempre, con su consabido discurso, verborrea, más bien, de carácter económico, de cifras que quieren convencer a una ciudadanía asfixiada, que rebusca, con esmero, en sus bolsillos, las monedas que le hacen falta para la compra del día, y que no hallan. Esa verborrea matemática que pretende explicarlo todo con porcentajes y con magnitudes macroeconómicas, situándonos en el país de la Unión Europea que más ha crecido, porque “las cosas se han hecho bien”. Que no nos engañen. Las matemáticas son exactas, pero los números permiten muchos juegos, y voy a exponer algunos ejemplos que dan clara fe de la relatividad de los números, o de cómo las cifras pueden utilizarse cuando no se analizan detalladamente.

Cuando el gobierno, o alguno de sus miembros representativos del mismo, indican que crecemos más que nadie en la Unión, lo hacen basándose en porcentajes, es decir, una medida relativa. En 2014 España creció un 1,4 por ciento, lo que supuso un incremento del PIB de 1.481.856; mientras, Alemania, en 2008, creció un 1,1 por ciento, es decir, 0,3 por ciento menos que España en 2014, y su incremento fue de 2.813.822, ¡casi el doble que nosotros en 2014!.

Lo mismo sucede con las cifras del paro. Por ejemplo, supongamos, en números redondos y sencillos, que la población activa es de 10.000.000 de personas, un 23 por ciento de paro implicaría 2.300.000 parados. Si durante el año, se han marchado al extranjero 100.000 personas, han regresado a sus países de origen 100.000, se han jubilado 100.000, la población activa sobre la que llevar a cabo los cálculos es de 9.700.000. Si el gobierno indica que el paro se ha reducido al 21 por ciento, quiere decir que el número de parados sería de 2.037.000. Llevando a cabo la resta entre el número de parados del año anterior y el actual nos arrojaría la cifra de 263.000 parados menos, que algunos podrían interpretar como 263.000 empleados más, lo que, sin duda es falso, puesto que si a esa cifra de 263.000 parados menos restamos los que han emigrado, los inmigrantes que han retornado, y los jubilados, nos encontraríamos con la sorpresa de que se han destruido 37.000 empleos.

¡Que no te engañen con los números!