Etiopía, el segundo país más poblado de África. Años después de la gran catástrofe humanitaria y alimentaria que tanto conmocionó el mundo, la situación económica y política de este país se ha convertido en uno de los debates favoritos de la comunidad internacional y al mismo tiempo en el azote de las mayores organizaciones pro derechos humanos, como Human Rights Watch.
La fiebre edilicia que se insinúa por las calles llenas de obreros taladrando, en el acto de construir nuevos y flamantes edificios en hormigón, no sólo parece ser síntoma de un gran milagro económico, sin precedentes en África, sino que por otro lado está causando una urbanización masiva y perjudicial, que ha comenzado a destruir los campos y a desarraigar a miles de agricultores que son detenidos y encarcelados por mostrarse poco partidarios de ella, según denuncian algunos comentaristas. He de mencionar a tal propósito que históricamente la sociedad Etíope se ha abastecido especialmente de la agricultura.
De hecho, el teff (Eragrostis teff o abyssinica) es un cereal indígena típico del altiplano etíope que desde siempre contribuyó de manera excepcional al desarrollo de esta región. Hoy en día como en los últimos 1300 años, esta planta ha sido imprescindible para hacer frente a las frecuentes hambrunas y sequías. No por sus valores nutritivos, sino por su capacidad extrema de florecer cuando los demás cereales incumben a las condiciones climáticas negativas.
El teff es uno de los aspectos que podríamos considerar como peculiar de esta zona de África. Entre las plantas endémicas de Etiopía, hay varias que han resultado ser muy útiles para el desarrollo. El café, por ejemplo. Y otros cereales como la dagussá, el noog, el ensete. Tantas hay, que durante los años Veinte el botánico y genetista Nicolaj Vavilov hablaba de Etiopía como uno de los mayores y más antiguos centros de domesticación de la diversificación botánica.
Otro aspecto positivo es que el clima del altiplano etíope se distingue por su alternancia de estaciones y por un volumen de precipitaciones superior a 1200 mm por año. El clima perfecto y un cierto aislamiento geográfico hicieron que Aksum, la primera civilización avanzada de África subsahariana, se desarrollara en esta región. La misma región que en otros ocasiones definimos como la “cuna de la humanidad”.
Es importante pensar en Etiopía como un país que posee algo más que subdesarrollo y un pasado oscuro, como se dice de la mayoría de los países subsaharianos. El reino de Aksum in primis floreció entre los siglos IV-V y los aksumitas fueron capaces de elaborar el único sistema de escritura autóctono africano, el ge’ez. Comerciaban con Egipto, con los pueblos del Mediterráneo y Arabia. Consiguieron insinuarse en el sistema comercial y económico del Mar Rojo, controlaban las importaciones y exportaciones, pero manteniéndose independientes culturalmente.
A partir de 1300 a.C., todos los grandes edificios, las tumbas en piedra, las esculturas y los altares, los bajo relieves refinados y el uso de la escritura indican que en Etiopía había una sociedad compleja bien consolidada, con contactos en todo el mundo árabe y mediterráneo, y sobretodo de religión católica. Grandes personalidades persas describieron a Aksum como uno de los cuatro grandes reinos del mundo (Persia, Roma y China).
Aksum desapareció bajo el peso de sus mismas ambiciones y, sobretodo, por causa de un lento e inexorable cambio climático. El degrado ambiental fue la mayor causa. En el año 800, mientras Europa entraba en la edad Media, Aksum quedó como un centro periférico, importante solo como símbolo de autoridad religiosa. Pero resistió, y su historia se conoce no sólo por los acontecimientos de los negus la invasión de Mussolini, sino que también por grandes monarcas católicos que en 1300 d.C. ya tejían contactos con las mayores monarquías europeas. Los primeros europeos que visitaron esta parte de África fueron italianos y portugueses, invitados especiales de la mítica figura del Presbiterus Johannis ( El Rey Juan).
Sin embargo hoy en día, los activistas y periodistas describen a Etiopía como un estado orwelliano donde miles de burócratas vigilan los movimientos de los ciudadanos, registran las conversaciones telefónicas y controlan los correos electrónicos de un modo que recuerda a la Stasi en el Berlín Oriental. Los pocos que se atreven a salir a la calle a protestar son aplastados con fuerza excesiva. De aquí la paradoja del “boom immobiliario y riqueza vs represión e hambre”.
A pesar de su historia ilustre cercana a las civilizaciones europeas y árabes, y de sus características favorables, Etiopía le ha dado claramente la espalda al modelo de democracia liberal occidental. La alternativa es, obviamente, el modelo chino, en el que se le quita prioridad a derechos humanos y libertad política frente a las necesidades materiales.
La democracia… hasta que eso ocurra, tenemos un Estado que se porta como una niñera. La democracia es una mera cuestión de educación y civilización. Aquí, el 85% de la población son agricultores que no saben leer ni escribir. Cuando haya una clase media, podrán entonces luchar por sus derechos…
(Mulugeta Tesfakiros, millonario etíope)