Hagamos un parón. Echemos la vista a las pasadas elecciones autonómicas y municipales en España, y veamos cómo ha cambiado el panorama político español. Una tendencia hacia el pacto y las coaliciones está dejando atrás el periodo de las mayorías absolutas y el dominio de los grandes partidos de masas. Y en medio de la vorágine de candidatos, votos y mítines que rodea a las elecciones, surgen nuevas alternativas al cambio. Algunas consiguen hacerse hueco y consolidarse en ayuntamientos y concejalías; otros, abocados al olvido, van cayendo en picado ante un creciente descrédito de los votantes. Y otros, simplemente, se quedan en proyectos que no llegaron a ver la luz más allá del aparato publicitario.

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Albert Rivera en una manifestación por Galicia Bilingüe en 2009

Y parece que en el panorama del centro es donde tienen más afianzadas sus posiciones PP y PSOE. Un partido de tintes liberales, Ciudadanos, se ha abierto al panorama nacional con expectativas de cubrir unos cuantos escaños en el Parlamento, ¿funcionará y desbancará a un Partido Popular castigado por casos de corrupción y discursos que han quedado en la nada? Realmente parece que sí, que los medios han surgido un efecto clave en la caída de los populares que, a pesar de todo, siguen pareciendo ser los dominantes en las futuras elecciones. El último intento por apartar a los populares vino de la mano de una Rosa Díez (UPyD) que ha visto cómo su periodo de esplendor ha pasado, y cómo será realmente difícil hacerse hueco en las futuras elecciones generales.

La cuestión es, ¿qué diferencia a ambos partidos? Más allá de las diferencias en el discurso (el pragmatismo de UPyD frente a un discurso de corte más populista por parte de Ciudadanos) el principal factor de diferencia parece ser la irrupción en el panorama político de Podemos como fuerza aglutinadora de buena parte de la izquierda. La formación de Albert Rivera escogió el momento idóneo para presentar su formación ante España entera y con ello presentarse a sí mismo como la “otra alternativa” frente a Pablo Iglesias.

La principal diferencia entre el fracaso de UPyD y la creciente popularidad de Ciudadanos es la ocasión en que han presentado sus candidaturas

Y es que si giramos el timón dirección izquierda española no nos podremos encontrar con panorama más heterogéneo. Desde un PSOE que ha levado el ancla ante el discurso conservador y rancio para unirse al cambio desde posiciones moderadas hasta multitud de partidos que quedaron en la nada (recordemos en las pasadas elecciones europeas a Elipidio Silva (RED) o el enigmático Partido X).

Pero hubo una formación que destacó entre todas: Podemos, con Pablo Iglesias y su equipo a la cabeza, apareció como formación privilegiada en la atracción del voto de izquierda y joven. Apartando a un lado a una Izquierda Unida fragmentada, Pablo Iglesias llegó a ser el punto de mira de todos los partidos. Hasta Ahora.

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Pablo Iglesias en un mítin en Valencia para las pasadas elecciones autonómicas

Y es que la formación de Pablo Iglesias está perdiendo popularidad y confianza poco a poco, según va pareciéndose más a los partidos tradicionales en estructura y discurso. En estructura porque tras el pasado I Congreso del partido los círculos, base democrática del partido, vieron medradas sus capacidades ejecutivas; en discurso, porque los votantes se están hastiando de un discurso tradicional que intenta diferenciar entre un “ellos” y un “nosotros”.

La relación de dependencia del partido con Pablo Iglesias y la negativa a abrirse a colaborar con otros partidos en condición de iguales son factores clave en la caída de Podemos

Y es que tras los últimos sondeos que muestran la caída de Podemos y el ascenso a múltiples alcaldías por parte de organizaciones descentralizadas como Ahora Madrid, Barcelona en Comú o las mareas, se pueden palpar las reclamas de los nuevos votantes de izquierda: no sólo quieren transparencia y ecologismo. Quieren un partido con un discurso sincero y cercano, con el que se puedan identificar. Quieren un partido donde las personas valgan más que la estructura de los partidos. Y la situación de la nueva izquierda española es, ante todo, un interrogante. Sólo queda esperar, agarrar bien el cubo de palomitas y ver cómo actúan.