Tras 20 años en activo vestido de oro y púrpura se nos va Kobe Bryant. Así  lo anunció en una emotiva carta. Como suele suceder en estos casos, las loas y parabienes aparecen para hablar de uno de los más grandes de la historia. El escolta, sin duda, lo es.

Cinco anillos NBA en dos etapas (2000, 01, 02 y 2009, 10), dos MVP’S de las Finales, uno de la temporada regular, 17 presencias en un All Star del que ha sido cuatro veces elegido ‘Mejor Jugador’, 11 apariciones en el ‘Quinteto ideal de la temporada’ y, ojo, dos oros olímpicos forman un palmarés inigualable.

Kobe Bryant preparando un tiro libre

Kobe Bryant preparando un tiro libre

Un palmarés al que hay que añadir el valioso logro de haber anotado casi 32.500 puntos para ser así el tercer jugador que más ha logrado en la mejor Liga del mundo. Solo por detrás de Kareem y de Karl Malone, por delante de Jordan.

El 23, siempre el 23, éste ha sido el espejo en el que se ha mirado Bryant para querer ser el mejor jugador de todos los tiempos. Su estilo, su plasticidad, no pueden ser más parecidos, su hambre y su tenacidad también.

Jordan y Bryant disputando un balón

Jordan y Bryant disputando un balón

Pero lo que podría ser una virtud en Bryant, se ha convertido también en un problema. No todo son luces en una carrera que ha tenido muchas sombras.

En su afán por superar los logros del único y genuino Michael, Kobe terminó por romper su relación con Shaquille O’Neal en unos Lakers que, a principios de siglo, habían ganado tres anillos con una contundencia avasalladora. Al escolta no le bastaba con ser el segundo espada de un equipo, quería para él todo el protagonismo.

Así terminó ‘Shaq’ en Miami en 2004. Así pasaron los angelinos cuatro campañas en el ostracismo, mendigando por entrar en los play-offs por el capricho de su estrella. Cuatro temporadas de logros individuales sí, pero de desprestigio colectivo hasta que llegó Pau Gasol en 2008.

La dupla Gasol-Kobe en los Lakers

La dupla Gasol-Kobe en los Lakers

El segundo de a bordo era entonces el español, que ayudó a Kobe a engrandecer su leyenda con dos títulos que llevaron su firma, la de un auténtico líder. Así, en 2010, Bryant ya tenía cinco campeonatos en su bolsillo. El botín ideal para asaltar el récord del idolatrado Jordan con solo 32 años. Pero Bryant se volvió a equivocar.

Tras errar de nuevo los Lakers al unir a cuatro grandes estrellas en su equipo (lo sucedido con Payton, Malone, O’Neal y el propio escolta en 2004 fue un juego de niños al lado del fracaso del conjunto en el que Kobe estaba acompañado por Pau, Howard y Nash) ‘La Mamba Negra’ tuvo dos opciones a elegir: liderar un proyecto con un mega contrato o bajárselo para atraer a otros grandes jugadores para que vistieran de oro y púrpura.

Guiado por su instinto, aquel que siempre le hizo competir hasta el último instante, darlo todo pese a estar tocado, pero pensando más en él que en el conjunto, Kobe decidió lo primero: ser el jugador mejor pagado de la Liga para hipotecar también la reconstrucción del equipo. Cobrar 48 millones de dólares en los dos últimos años de su carrera. ¿Merecidos? Seguro. Pero quizá no necesarios para un jugador que ha amasado ya más de 300 millones en contratos vestido de amarillo.

El resultado se está viendo. Bryant y sus Lakers deambulan por las canchas como un equipo menor. Es cierto que las lesiones no han ayudado (hay aquel 12 de abril de 2013 y la rotura del tendón de Aquiles ante Golden State), pero no son la causa principal. No es lógico asistir a esta situación en la franquicia por excelencia de la NBA, la que suma 16 anillos, solo uno menos que Boston. ¿Se imaginan al Madrid o al Barça así?

Kobe, eso sí, podrá pasearse desde hoy por todas las canchas recibiendo homenaje tras homenaje, viendo como los rivales le aplauden hasta que cuelgue las botas el 13 de abril ante Utah (si no va a los Juegos, ojo). Algo que le encanta.

Quizá por eso decidió hacer pública su marcha del mundo del baloncesto un 29 de noviembre, pensando en el yo antes que en el equipo. Como hacía en las jugadas clave, lanzando él el último tiro (sí, muchas veces entraba), sin doblar el balón, asumiendo todo el protagonismo en busca del gran objetivo: alcanzar y superar a Michael Jordan. Un Jordan, egoísta también, pero quizá más listo. ¿Acaso no se acuerdan de la asistencia a Kerr que dio Chicago el quinto anillo ante Utah o el balón que llegó a Paxon para lograr en Phoenix el tercero?

Por eso Kobe, uno de los más grandes, sin duda, no ha alcanzado a Jordan: el mejor.