Por primera vez en España después de una jornada electoral nos despertamos sin saber quién va a gobernar nuestro país durante los próximos cuatro años. El 20D fue bonito en cuanto a expectativas se refiere porque la realidad y los resultados dejaron mucho que desear.

Se hartaron de repetir la palabra “cambio” y es cierto que algo raro ha debido pasar en la mentalidad de los españoles para que haya cuatro fuerzas políticas liderando el panorama político. Pero, lo que quedó tras el escrutinio final es lo que podríamos considerar como un nuevo juego con las mismas reglas: comienza una nueva partida en la que la ingobernabilidad se sitúa en la casilla de salida.

De los resultados de las elecciones generales podríamos extraer muchas conclusiones pero, la que ha dejado un sabor de boca amargo a los españoles es que el fin del bipartidismo todavía queda lejos. Es cierto que se acabaron las mayorías y los escaños de PP y PSOE se han reducido considerablemente. Son los peores resultados para los socialistas en toda su historia como partido y aún así Pedro Sánchez podría gobernar gracias a un múltiple pacto con los partidos de izquierdas. Mariano Rajoy y el Partido Popular siguen siendo la fuerza política más votada pese a la LOMCE, la Ley Mordaza y los recortes en Sanidad y Educación.

La segunda de las conclusiones es que los españoles siguen mintiendo en las encuestas. Es cierto que la mayor parte de los barómetros daban como ganador al PP pero las cifras han variado considerablemente. El ejemplo claro está en Ciudadanos que semanas antes de las elecciones se posicionó como segunda fuerza política por encima, incluso, del Partido Socialista quedando, finalmente, en cuarta posición.

Otra característica común por la que recordaremos a sus elecciones son las constantes referencias a las primeras elecciones democráticas con alusiones constantes al fallecido Adolfo Suárez tanto por parte de Albert Rivera como del Gobierno que subió una red del primer presidente de la democracia acudiendo a las urnas junto a otra de Mariano Rajoy. Casualmente Albert Rivera tendría, junto con Pedro Sánchez, las llaves de la Moncloa para el gallego que, como ganador de las elecciones, busca su investidura.

Las cosas se han puesto difíciles para los dos partidos más beneficiados por la Ley Electoral. En España cada circunscripción o provincia elige un determinado numero de escaños de forma que los 350 asientos del Congreso de los Diputados no se reparten de forma equitativa en toda la península. Si se aplicara una Ley Electoral en la que los votos de todos los ciudadanos contaran como en una circunscripción única los partidos del histórico bipartidismo perderían 39 escaños mientras que Izquierda Unida (que ha pasado de 11 escaños a 2) y Ciudadanos obtendrían hasta 25 escaños más.

Podemos, que se consolida como tercera fuerza política con 69 escaños y entra en el Congreso y en el Senado junto con Ciudadanos, con 40 escaños, parecen los únicos ganadores de estas elecciones porque aunque quedaría muy bien decir que los ganadores somos los españoles, ahora mismo, no estamos en condiciones de afirmarlo con rotundidad aunque es cierto que el interés que se ha incrementado considerablemente: con más de un 73% de participación las elecciones del año 2015 superan en cuatro puntos a las del 2011.