• “Si Podemos es la tercera fuerza, ¿pactaría con el PSOE como ha ocurrido en las autonomías?
  • Nos mataría. Un Podemos con la fuerza suficiente para exigirle al PSOE dos ministerios importantes y entrar en el Gobierno podría ser algo que nos diese experiencia pero nos destruiría electoralmente. Igual que para el PSOE entrar el un gobierno con nosotros sería terrible”

Hace tan solo tres meses el líder de Podemos hacía estas declaraciones frente a las preguntas de Fernando Vallespín para la revista italiana MicroMega,especializada en política y filosofía. Nada hacía presagiar entonces el resultado de las elecciones y mucho menos que las palabras de Pablo Iglesias podrían pesarle. Y mucho.

Cuando el pasado viernes Iglesias proponía al presionado Pedro Sánchez su apoyo a través de un gobierno de coalición a cambio de la vicepresidencia, algunos de los ministerios más relevantes o el control de la televisión pública fueron muchos los medios de comunicación que rescataron las palabras del carismático líder. La coalición entre Podemos, IU y PSOE supondría una representación de los votos de los españoles, explicó el recién estrenado parlamentario en la rueda de prensa posterior a las reuniones con el Jefe de Estado que, ese mismo día, recibió la retirada provisional de Mariano Rajoy de la carrera hacia la Moncloa.

Cuando el gallego decidió un repliegue a tiempo antes de constatar su minoría numérica en el Congreso de los Diputados y fracasar en la investidura la piedra cayó sobre la mesa de Pedro Sánchez que ya estaba contra las cuerdas. El Secretario General del partido socialista aún sigue tratando de averiguar si lo de Podemos es una estrategia política más que una propuesta para caminar de la mano. La mayoría de los militantes del partido lo tienen claro: Podemos se está riendo del PSOE y quiere humillarlo. Esta teoría también la sostiene Felipe González que en una entrevista para El País da la solución al neófito Sánchez. Para el que fuera presidente de gobierno hace 20 años la respuesta a los males que presenta la investidura es la opción más segura para los socialistas: pactar con la derecha para lograr el reformismo, la estabilidad y la progresión lógica que requiere y necesita España aunque esto suponga ir en contra de los valores de izquierdas que ha defendido siempre el partido del puño y el clavel y una decepción para algunos de sus votantes más fieles.

Hay una realidad escondida tras todo este escándalo político: la izquierda en España superaría en votos a la derecha si no estuviera dividida. PP y Ciudadanos suman 163 escaños y la unión de Podemos, PSOE e IU solo alcanza los 161 escaños. La izquierda cuenta con un as bajo la manga que es el apoyo del resto de partidos llamados nacionalistas por lo que lograrían la investidura si PP y Ciudadanos se abstuvieran. La división de la izquierda en España no es algo nuevo. IU y el PSOE que siempre han tenido políticas e ideas similares nunca llegaron a casarse y cuando lo hicieron bajo el techo del Palacio de San Telmo el enlace no duró más de cuatro años.

Lo cierto es que Pablo Iglesias tampoco dio un “no” rotundo a Vallespín cuando este le preguntó sobre pactos y coaliciones dos meses antes de las elecciones. Tal y como analiza Manuel Jabois en su artículo la clave es que Pablo Iglesias no promete tan solo advierte de las consecuencias que podría acarrear una alianza política entre partidos de izquierdas. No se trata del incumplimiento de una promesa electoral, se trata de moverse para conseguir sus intereses.

No es la primera vez que Podemos baila al son de la danza que más le conviene. Primero lo hizo para conseguir llegar al Congreso, ahora; el objetivo es ocupar el despacho de Moncloa o en su defecto el sillón de la vicepresidencia. La cúpula de Podemos es esa capaz de pasar de la defensa del sistema anticapitalista imperante en Venezuela y la política bolivariana de Hugo Chávez y su sustituto, Nicolás Maduro, a apoyar el sistema capitalista de países democráticos como Dinamarca. Podemos es ese partido capaz de criticar los valores de la Transición y exigir un cambio y luego tomarla como ejemplo tras las elecciones apelando al espíritu de unión y pactos. Ahora, el partido es capaz de pactar con Pedro Sánchez cuando hace dos meses vaticinaba que un posible pacto con los socialistas les “mataría”. Una de dos; o Podemos está dispuesto a arriesgarse por el bien de la ciudadanía o vuelve a gustarle el ritmo del poder.

Javier Cercas señalaba hace ocho días su desconfianza hacia la cúpula de Podemos. Decía que su recelo hacía Iglesias y cía no era el fondo de sus actitudes sino más bien la forma en las que las llevaban a cabo. Los cambios de opinión y ese aire de estrellas del pop es lo que hace que muchos votantes no confiaran en el partido morado para gobernar. Con ese aura de celebrities salieron a acompañar a su líder el día que anunció su intención formal de ser vicepresidente. Con caras solemnes y gesto serio pero también con asentimientos continuos, la cúpula de Podemos volvía a dar un giro al panorama político.

Sea como fuere cualquiera de las coaliciones que se den para formar gobierno serían las primeras en una democracia joven como la nuestra. Podríamos comparar con otros gobiernos pero sería aventurarse sin tener en cuenta factores como el contexto en todas sus vertientes; económica, política, social… La experiencia alemana que analizaron Berta Barbet y Javier Viñarás el miércoles en Politikon tampoco arroja luz sobre el futuro de España. En las dos coaliciones que se analizan correspondientes a distintas etapas legislativas (2005-2009 y 1966-1969) el partido pequeño, en este caso Podemos, siempre habría jugado un papel clave y habría tenido consecuencias electorales por ello. La teoría preconcebida de que el pez grande se come al chico que en un principio no podría ser tan factible podría superar al supuesto trasvase de votos y votantes o la pérdida de electores. Lo cierto es que una coalición entre partidos con similitudes ta evidentes como Podemos y PSOE podría ser devastadora y uno de los dos podría acabar desapareciendo porque ocupan, en términos económicos, el mismo nicho de electores.

Tal y como afirma el expresidente Felipe González el problema está en que tanto el PP como el PSOE han fracasado en las elecciones del 20D aunque se hayan empeñado en hacernos sentir lo contrario. Los españoles hablaron en las urnas y decidieron que querían ya no solo un cambio sino también diálogo entre los partidos. Ahora, con el retraso de la investidura los que están fallando en esa progresión lógica son los ciudadanos que ven como llevan más de un mes sin la constitución de un gobierno. Eso sí, el bebé de Bescansa o las reacciones de Mariano Rajoy ante sus nuevos compañeros en el Congreso las conocemos todos. Ese es el problema.