Cuando llegó la navidad de 2015 todos los españoles tenían una cita pendiente con las urnas. Hoy, la cita la tienen los candidatos con la investidura y aunque parece que una de ellas ya tiene fecha son muchas las cuestiones que quedan por resolver.

Seguro que cuando los españoles acudieron a los colegios electorales rodeados de un aura de incertidumbre y desconcierto no imaginaban que el Palacio de la Moncloa seguiría sin presidente de Gobierno llegado el mes de marzo. Una lección para la democracia y la vieja política para la que, al parecer, no estaban lo suficientemente preparadas.

Todo parece indicar que los próximos 1,  2 y 3 de marzo serán las fechas elegidas, Pedro Sánchez hará oficial su propuesta para ser presidente al Congreso de los Diputados mientras un acongojado Mariano Rajoy espera el momento y los apoyos necesarios para presentarse como candidato tal y como metaforizaba Fernando Savater hace unos días en El País. Tiene razón. Lo cierto es que el actual presidente en funciones parece un torero aguardando en el burladero a que afloje el griterío del respetable mientras se pregunta qué querrán.

Mientras, en la sede del PSOE continúan las dudas tanto para el candidato como para los apoyos elegidos y las dificultades para ponerse de acuerdo con Podemos y su líder, Pablo Iglesias, aunque tras el pacto de los socialistas con Ciudadanos cualquier atisbo de acuerdo parece roto. Muchos expertos alegan que estas dificultades venían determinadas por el contexto que rodea a las propias negociaciones; por un lado, el PSOE, con dudas y conflictos internos y por otro lado, el partido de siglas moradas que mantiene ciertas dificultades con sus confluencias territoriales.

La opción de Pedro Sánchez ante tantas exigencias podría ser la de un Gobierno en minoría logrando la abstención de partidos como Podemos y PP  y consiguiendo el apoyo de IU- Unidad Popular, Coalición Canaria y PNV. El problema de este gobierno “multicolor” tal y como lo bautiza Pablo Simón en Politikon requiere de unas instituciones públicas y políticas los suficientemente fuertes y eso, ahora mismo, en España es imposible, exceptuando al recién formado Congreso de los Diputados al que la sangre de nuevos políticos parece haber revitalizado.

A día de hoy y a pesar de las restricciones parece ser la única opción factible de gobierno dado la inexistencia de una candidatura alternativa que aparentemente parece que ni está fraguándose al contar únicamente con el apoyo de Ciudadanos. Sea cual sea la opción que resulte ganadora de este concurso en el que parece haberse convertido la presidencia del Gobierno, los problemas a los que se presentarán serán los mismos y las formas de atajarlos, obviamente distintas, dadas las siglas.

El primero de todos ellos y el que más debilita a las instituciones de poder es la corrupción. Una actividad delictiva con consecuencias directas para la sociedad civil de la que, terriblemente, no somos lo suficientemente conscientes. Si tuviésemos que indicar dónde se encuentran los grandes focos de corruptela en este país no tendríamos más remedio que señalar directamente a los gobiernos regionales y locales, los que están más cerca de los ciudadanos y donde se gesta el cohecho y la deshonra política. Esto, sin duda, afecta a la actividad política y a su ejercicio.

La segunda de las cuestiones que debe tratar el futuro presidente del Gobierno es la económica dentro de la cual se inserta el paro y los recortes; varapalos que han sufrido los españoles durante los últimos cuatro años. El paro registrado que el mes de enero sumaba 4.150.755 personas. España tiene la mayor tasa de paro (20,8%) solo por detrás de otros países como Grecia (24,5%). Pero, el desempleo no es el único problema económico que presentan los cimientos de nuestro país. A pesar de que el Partido Popular se congratula del crecimiento experimentado por España durante los últimos años lo cierto es que aún queda mucho por hacer. La UE prevé un crecimiento de un 2,8% para el próximo año, algo que con 4 millones de parados y una deuda interna y externa sin parangón, requiere de soluciones prácticas y eficaces.

Reformas en educación y sanidad. Con la llegada de un nuevo Gobierno, estos son los dos servicios públicos más afectados. Los recortes en ambos ámbitos los han dejado inertes y casi sin vida. Es necesario un cambio y apoyo para estas vértebras de la sociedad.

Otra parte importante para los ciudadanos es el de la comunicación. El tema de la televisión como servicio público sigue en el aire y los cambios que llevó a cabo Mariano Rajoy al comienzo de su legislatura acabaron con los deseos que impulsó el Ejecutivo de Zapatero. El anterior Gobierno quería alejar a TVE del sectarismo y acercarlo al modelo europeo de televisiones como la BBC.

El ámbito de política exterior tampoco se libra de la necesidad de intervenciones rápidas y eficaces por parte del futuro equipo de gobierno. Con el referéndum del próximo 23 de junio en el Reino Unido, las cosas en la UE se complican. Primero, la pérdida de potestad de la que, hasta ahora, parecía ser la dueña y señora de la política europea Angela Merkel y de la que depende, también, la economía de la denostada España. Por otra parte, el tema de la inmigración sigue siendo una cuestión escondida pero de vital importancia. La valla de Melilla es un bochorno para la comunidad internacional que sigue mirando hacia otro lado mientras España se enfrenta a una crisis migratoria sin precedentes para la que no cuenta con medios económicos y políticos suficientes que puedan hacerle frente.

¿Y la opción de una segunda vuelta? No es lo deseable para nadie. Conviene más llevar a cabo una investidura. Se perderían votos e interés, algo que perjudica a los partidos pero también a los ciudadanos. Los más afectados, sin duda, los partidos del histórico bipartidismo aunque las siglas que conforman el nuevo bipartidismo tampoco quedarían atrás. Unas nuevas elecciones también supondrían el fin de partidos como IU- Unión Popular que, probablemente, perdería los dos escaños que posee en la actualidad en el Congreso de los Diputados.

El corazón de la política en España sigue “en funciones” por el momento. La actividad de los ministros se ha visto reducida en un porcentaje bastante amplio así como la del presidente y la de la vicepresidenta. En el Congreso de los Diputados parece que continúan las negociaciones y las reuniones clandestinas. En definitiva, todo tranquilo hasta la investidura que esperamos no se prolongue durante mucho más tiempo: quedan cosas por hacer.

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