La aparición en la escena geoestratégica y geopolítica del Telón de Acero Parte I

Aunque el sistema mundial venía definiéndose desde que a finales del siglo XIX se hundió el llamado concierto europeo, veremos que la Segunda Guerra Mundial, tendrá mucho que ver con las consecuencias que acarreará el inicio del enfrentamiento entre las dos grandes superpotencias surgidas de la guerra. Después de la guerra, comparten la hegemonía mundial Estados Unidos y la Unión Soviética, mientras que la noción de potencia secundaria, tan importante en el complejo equilibrio de preguerra, de diluye ante la fuerza de estos dos colosos. Ambos son capaces de destruir a cualquier enemigo e incapaces de mantener entre sí otras relaciones que las derivadas de un equilibrio agrio y difícil que necesitará de un concepto nuevo, la guerra fría, para expresar la situación internacional.

En efecto, el ciclo de las dos guerras mundiales se deriva un hecho claro: sobre una Europa vencida y destruida, dos superpotencias se reparten el mundo del imperialismo, Europa y sus zonas de influencia. El vacío de poder que se producirá en el centro de Europa tiene un amplitud sin precedentes, no se trata solo de que los dos grandes superpotencias se repartan Europa, es que los Dos Grandes se han des europeizado: la base económica soviética se ha desplazado de Ucrania a los Urales y la base económica norteamericana, del Atlántico al Pacífico. Cuando las operaciones militares cesan en Europa, el continente ofrece un espectáculo desolador: las destrucciones materiales, los enormes desplazamientos de población, la sistemática matanza de millones de personas y la ruina moral e intelectual inherente a la guerra han provocado un completo caos.

La Gran Alianza que había derrotado al Eje en una cruenta guerra de casi seis años se rompió en el corto plazo de unos meses. El desencuentro entre soviéticos y occidentales había aflorado ya en las últimas fases de la guerra. El fin del conflicto abrió el proceso hacia la ruptura definitiva. Stalin consideraba que las concesiones eran un síntoma de vulnerabilidad y que por tanto éstas no debían formar parte de su diplomacia cuando negociara con los EE.UU. El año 1946 fue escenario de una creciente desconfianza entre los vencedores. Por un lado, el fin de la guerra mundial había desencadenado en Grecia y China, sendas guerras civiles donde se enfrentaban pro-comunistas y pro-occidentales; por otro, la creciente tensión entre soviéticos y norteamericanos se reflejaba en las comunicaciones diplomáticas: ambas potencias se acusaban mutuamente de pretender dominar el mundo. Churchill, que había perdido las elecciones británicas en 1945, se sintió con libertad para proclamar lo que cada vez era más evidente. En un célebre discurso en Fulton, EEUU, denunció que un “Telón de Acero” estaba separando la Europa bajo control soviético del resto del continente.

Mientras tanto, la tensión entre las autoridades de ocupación occidentales y soviéticas en Alemania era cada día más palpable. En 1947 se inició con una flagrante violación de los acuerdos de Yalta en lo referido a Polonia. En enero, los candidatos comunistas vencieron en unas elecciones claramente adulteradas por las autoridades de ocupación.  El evidente afán soviético de extender el sistema comunista en Europa desencadenó la reacción norteamericana. Esta se articuló en el terreno político y en el económico. Stalin mostraba constantemente, con temeridad, un poderío inexistente. Todo ello combinado con mucha belicosidad e indiferencia fue convirtiendo a la URSS en un gigante con pies de barro, pero al que nadie se atrevía a tocar. Además, la URSS recibió un soplo de aliento desde las capas intelectuales bienintencionadas de los países occidentales que creían en el discurso de Stalin que el sistema de organización soviético era la mejor forma de estructurar la sociedad.

El discurso de Stalin, a partir de 1946, giró para achacar los males y el origen de la guerra al capitalismo, desde entonces sería este el enemigo a vencer en todo el mundo. En el lado occidental ya se había empezado a tomar conciencia de la amenaza soviética y se mantenía la no provocación de intervención militar alguna en Europa. Sería Churchill, una vez más el profeta de Europa, abogando por una reconciliación con Alemania y una unión de las democracias europeas en un frente común contra el comunismo que, como sistema, empezaba a expandirse por la Europa central, a pesar de sus ciudadanos, y no tardaría mucho en extenderse al mundo. Las intenciones norteamericanas basadas en la Carta de las Naciones Unidas parecían no tener valor para Stalin. Parafraseando a Kissinger, Stalin, a pesar de su primer éxito, cometió un grave error al subestimar a las democracias, a EE.UU. principalmente, prueba de ello son el Plan Marshall, la OTAN y más tarde la Unión Europea. Las conversaciones de Marshall con Stalin en 1947 llegaron en un momento en que los EE.UU. desconfiaban completamente de las intenciones soviéticas y en el que Stalin había llegado demasiado lejos. También es necesario el poder analizar en el contexto de la aparición del Telón de Acero el análisis que realizó Winston Churchill el 5 de marzo de 1946, en el Westminster College, Fulton Missouri, EEUU.

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