El día de la Tierra es un insulto. Se dedica un día de homenaje a nuestro planeta y 364 a destrozarlo. Se establecen pactos, que se dan a conocer, a bombo y platillo, para incumplirlos posteriormente. La gran farsa de siempre, las fotos para los medios, anteriores y/o posteriores a la cumbre del clima, o de lo que sea que tenga que ver con nuestro mundo. El hecho cierto, innegable ya – previamente, incluso se ponía en duda – debido a lo evidente de las pruebas, es que los glaciares retroceden, que los polos se derriten, que desaparecen especies, que la temperatura aumenta.
El calentamiento global y sus perniciosas consecuencias ya no es una chorrada de unos cuantos científicos locos o con afán de notoriedad. Es una realidad aceptada. Pero, ¿qué más da eso? Los gobiernos del mundo continúan quemando combustibles fósiles como si tal cosa. Luego se reúnen, establecen protocolos y compromisos, y promesas con la alevosía y nocturnidad de la consciencia de que no van a cumplirlas.
Esa es la realidad. Pero, en esa habilidad manipuladora que tan sobradamente bien utilizan, nos instalan contenedores de colores para que separemos los materiales de desecho. Quieren hacernos responsables, y, aunque sea cierto que lo somos, no lo somos en la medida en que ellos sí lo son. La malicia está en que desean trasladarnos su sentimiento de culpa. ¿O es que no hemos escuchado frases como “todos somos responsables”. Sí, claro, todos somos responsables, por supuesto que es cierto, pero no lo es cierto en la medida en la que lo somos. Absolutamente de acuerdo en que yo, todos y cada uno de nosotros, podemos contribuir a mejorar la limpieza y el equilibrio del planeta.
Pero, ¿me quieren situar al mismo nivel de aquellos que tienen en su mano tomar decisiones sobre el consumo de combustibles fósiles, el reciclado de los residuos humanos, los vertidos químicos, los residuos de las centrales nucleares, la seguridad en el transporte del crudo, el impulso de las energías alternativas, el apoyo a la investigación? No estoy dispuesto a aceptarlo. Si se han postulado para representarnos en esa tarea, son ellos quienes deben afrontarla.
Los apoyaremos, pero que no traten de engañarnos regalándonos flores y defecando en nuestra casa.
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