La campaña electoral agoniza. Queda una semana, frenética para algunos, tediosa y soporífera para otros. Tan frenética, como para los que viven con intensidad la Eurocopa, y tan tediosa, como para los que la detestan. Es así, el mundo está repleto de individuos que no se comprenden los unos a los otros: aquel al que le interesa la política y no siente nada por el fútbol, no entiende al que ama el fútbol y no le interesa la política;  y de este modo, con otra serie de aspectos de la vida. Hacemos poco por comprendernos y por empatizar, por eso la vida, en muchas ocasiones, nos va como nos va.

Sea como fuere, a mí, particularmente sí me interesa la política. Me interesa porque de ella pueden depender muchas de mis decisiones y muchos de los actos que pueda acometer en mi vida. La política condiciona mi libertad, en el sentido más ampliamente imaginable.

La campaña ha sido, a mi juicio, absolutamente decepcionante en ideas, pero clarificadora en cuanto a posiciones. El PSOE se postula como el partido del cambio, es decir, como ha hecho siempre, desde el año 77, al menos. Si realmente creen ser el partido del cambio podrían haber comenzado por no repetir los antiguos y nostálgicos discursos de otros tiempos, desempolvando las consignas de Felipe González, con su obsesión por “la pinza”, aderezados ahora por una ultra defensa de la unidad patria que sonrojaría hasta al mismísimo Primo de Rivera. Para ponerle un poco más de picante a la salsa, se niegan a comunicarnos quién podría ser su compañero de viaje, tras unas elecciones que se presumen sin mayorías claras. También me recuerda algo: mis pensamientos se van tras aquella frase de González (elido el “señor” de delante, no porque se sobreentienda sino, porque, a mi juicio, no lo merece – ver mi entrada «Carta al señor González») que no era otra sino “He entendido el mensaje”, para pactar posteriormente con la derecha catalana. EL PSOE siempre que ha necesitado un pacto lo ha hecho con la derecha. Cuando no dicen con quién van a pactar, a partir del 27J, es porque está claro con quién van a hacerlo. Lo lamento por los votantes del PSOE que aún continúan comprando la misma moto que ya les vendieron antes.

Ciudadanos, la marca blanca del PP, trata de detener la hemorragia de votos que se le presupone en las encuestas, habida cuenta de que la ciudadanía ha comenzado a despertarse de la píldora que le suministraron en las anteriores, haciéndose pasar por un partido nuevo y diferente. Cuando la droga ha dejado de hacer efecto, se ha podido ver con nitidez el monstruo que se esconde tras el color naranja: Las ideas maquilladas del PP, las contradicciones, las incongruencias, y la descomposición de su candidato cuando alguien le planta cara.

El PP ha vuelto a sacar a pasear a los fantasmas del franquismo: esta vez le ha tocado al comunismo. Hay que infundir el miedo a cualquier precio: el comunismo te quitará la casa, tu empresa, tu libertad… Es terrorífico. Sin embargo hay mucha gente que ha perdido la casa porque se la ha quitado el banco, ha tenido que echar el cierre de sus negocios por no obtener créditos, y no se puede expresar porque se ha aprobado una “ley mordaza”. ¿Será el PP comunista?

Podemos ha tenido que enmendar algunos detalles de su programa, bien porque no estaban bien explicados, bien porque no reflejaban lo que la ciudadanía quería, y se han visto sometidos a un tercer grado con las continuas, y ya aburridísimas alusiones, a Grecia y Venezuela, pero han sido claros en expresar sus intenciones post-electorales, comprometiéndose a pactar con los socialistas para formar un gobierno de progreso y de “recambio”.

Ya lo he dicho: dudo que los socialistas acepten el ofrecimiento. Apuesto por la gran coalición. Que luego nadie se eche las manos a la cabeza.