Hace tiempo que lo vengo sospechando. Desde que los últimos comicios les otorgaran un balón de oxígeno, ante el temor de un repunte de la izquierda por la confluencia de Podemos e Izquierda Unida, el Partido Popular ha adoptado la estrategia del calamar: arrojar la tinta para ocultarse, para ocultar sus verdaderas intenciones.
Ahora estoy seguro, absolutamente seguro, de que los mayormente interesados en unas nuevas elecciones no son sino Rajoy y sus adláteres. La táctica es clara: enredar a Ciudadanos, de forma que aparezcan como una formación política sin un horizonte claro, sin una ideología concreta – hoy me decanto por esto, mañana por lo contrario – y culpar al PSOE de la imposibilidad de formar un gobierno debido a su intransigencia. Entretanto, aparecen en público, rasgándose las vestiduras, por la catastrófica situación de permanecer bajo la gobernabilidad en funciones, anunciando cataclismos y sanciones, de la Unión Europea, si no se forma gobierno a tiempo de aprobar los nuevos presupuestos. Mienten. Es algo que saben llevar a cabo a la perfección. Lo han venido haciendo durante toda la legislatura, sin descomponer mínimamente un rasgo de sus acartonados rostros. La derecha europea dirige también Europa, y esperará. Barajan la idea, no me cabe duda alguna, de poder echar las redes en los caladeros de Ciudadanos, conscientes ya de que las diferencias entre ellos y el PP se están diluyendo del mismo modo que un azucarillo en el agua; y de que los votantes socialistas, hastiados de la situación, confundidos por lo que pregonan sus dirigentes y las opiniones de los carcamales a los que aún les dan pábulo en el partido, y en los grandes medios de comunicación, se abstendrían en unas nuevas elecciones.
¿Alguien cree que realmente les importa este país? Si les importase no lo habrían saqueado con su organización corrupta. Su objetivo es el poder, y esperarán lo que sea necesario para conseguirlo, porque son conscientes de que si lo pierden, sí que puede suponer su descomposición.
No obstante, se han convocado elecciones para el 25 de septiembre tanto en Euskadi, como en Galicia, y no sería de extrañar que estirasen los plazos para comprobar qué sucede y si sus conjeturas se cumplen.
Vamos a unas terceras elecciones, porque una abstención del PSOE sería su harakiri político. Y si no somos capaces de echarlos en esta tercera vuelta, nos habremos condenado a cuatro años más de retrocesos en todos los ámbitos (económico, social, judicial, cultural y político)