Puedes leer la primera parte aquí.
La sociedad y las Fuerzas Armadas españolas
La seguridad de España es el pilar sobre el que se asientan la paz y la libertad de nuestros compatriotas, nuestros principios y valores, nuestra forma de vida y la protección constitucional del ejercicio de nuestros derechos, culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. La seguridad es también el cimiento sobre el que se construye nuestro desarrollo y prosperidad. Su garantía es, por tanto, la primera obligación del Gobierno de la Nación y su defensa, el objetivo primordial de la acción exterior del Estado. Por ello, creo que, deberíamos reflexionar sobre el presente y el futuro de nuestras Fuerzas Armadas, que es tanto como reflexionar sobre nuestra seguridad. Las Fuerzas Armadas son un instrumento específico de la defensa y las garantes, en último extremo, de nuestra seguridad. Hoy cuentan con el adiestramiento, disponibilidad y capacidad de respuesta inmediata y adecuada para actuar con eficacia en la prevención, gestión y resolución de cualquier tipo de conflictos en los que nuestro país pudiera verse implicado Es la satisfacción por la mejora que ha traído nuestra integración en un marco de seguridad compartida y defensa colectiva con nuestros socios y aliados. Estamos firmemente comprometidos con la defensa europea y somos partidarios del mantenimiento de un fuerte vínculo transatlántico que refuerza nuestra seguridad colectiva y tiene su reflejo en la estrecha relación mantenida desde hace décadas con los Estados Unidos en el campo de seguridad y defensa. El futuro de las Fuerzas Armadas se diseña hoy, se construye mediante planes a medio y largo plazo y se asegura con fuentes de financiación apropiadas. La definición de las capacidades militares que necesitará España en el futuro requiere una visión a largo plazo que el Gobierno debería establecer con el apoyo de los Ejércitos y serviría para lanzar los planes de contratación, financiación y de personal, así como para orientar las inversiones a largo plazo de las industrias de defensa. El pueblo español empieza a conocer los problemas e inquietudes de los componentes de las FAS, sobre todo, en cuánto vale el ejemplo que está dando su gran mayoría de lealtad, disciplina y dedicación que constituye el mejor servicio a España en estos momentos de grandes dificultades. Sabemos también que los valores que entraña su vocación de servicio suponen un instrumento inmejorable para el conjunto de la sociedad a la hora de hacer frente a esas dificultades. Por ello, y por ser la defensa una cuestión de Estado, me gustaría hacer un llamamiento para recuperar el consenso roto a lo largo de las dos últimas legislaturas; no hay mejor forma de conseguir que nuestros aliados nos vean como un país sólido. Ese gran acuerdo nacional es también la garantía de estabilidad que asegura el futuro a largo plazo de la eficiencia y operatividad del Ejército y por tanto el futuro de la seguridad de nuestra sociedad. Otros cambios han sido el de la orientación de su función o actividad, que de estar más bien centrada en cuestiones de política interior, ha pasado a estar principalmente orientada hacia misiones en el exterior, colaborando en los sistemas supra-nacionales de defensa y seguridad con las Naciones Unidas, con la OTAN y con los países con los que se tienen tratados bilaterales para la defensa. La experiencia internacional ha sido, probablemente, uno de los factores más importantes de la transición en las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil, pues además de proporcionar a los militares una perspectiva más global de la defensa, les ha proporcionado también unos conocimientos técnicos y profesionales que para sí quisieran otros colectivos de servidores públicos, incluido de manera muy especial el conocimiento de idiomas. También debe subrayarse la incorporación total de la mujer a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Civil así como la supresión del Servicio Militar Obligatorio y su sustitución por los soldados y marineros profesionales.
Las Fuerzas Armadas y la Cultura de la Defensa
Si hay una “asignatura que permanece suspendida” desde hace más de treinta años en el conjunto de la sociedad española es la Cultura de la Defensa, pero también la conciencia de la Defensa, que debe ser la comprensión de la importancia de la defensa en la protección de la sociedad, sus intereses y sus valores. Es muy difícil que se pueda fomentar la idea de la Defensa cuando no tenemos claro de qué estamos hablando. Para empezar, no hay ningún sitio donde se defina lo que es la Defensa. Ni siquiera en la Ley Orgánica de la Defensa es posible encontrar este concepto. Pero es que, además, implícitamente se la identifica solamente con la defensa militar, como si la Defensa de nuestra nación, de nuestra Patria, del Estado, en suma, fuera una cuestión exclusiva de los militares. En cualquier caso hay que aceptar que nuestra sociedad no siente, ni ha sentido desde hace años, ninguna amenaza directa a su seguridad que no sea el terrorismo o la seguridad física de las personas y, por lo tanto, no ve claramente la necesidad de unas Fuerzas Armadas. Desde la Guerra contra Napoleón, los Ejércitos españoles no han intervenido más que en guerras civiles y coloniales
Reconozcámoslo. Y lo que es peor, las perspectivas pueden no resultar del todo halagüeñas porque, aunque la consideración general hacia las Fuerzas Armadas ha evolucionado mucho y para bien en estos años, no es menos cierto que el distanciamiento de las nuevas generaciones de españoles con nuestros militares resulta preocupante. Es un contrasentido que en la sociedad de un país democrático y de cultura Occidental como el nuestro, no haya, no sólo Cultura de la Defensa, sino ni siquiera idea de lo que significa la Defensa. La manera más eficaz de apreciar su trabajo y formación es compenetrarse no ya sobre el terreno de los distintos teatros de operaciones por cualquier lugar del mundo, que también, sino permitiendo la implicación de la sociedad civil con los profesionales y viceversa. Los colegios e institutos han de abrirse a los soldados, porque si no, la relación a medio y largo plazo de la sociedad española con sus militares será imposible, por distancia empática, desconocimiento y prejuicios. En Estados Unidos, en Reino Unido o en Francia, la interconexión entre milicia y universidades, por ejemplo, es fundamental no sólo para los primeros, sino especialmente para los centros de investigación y de formación de las principales universidades de estos países. ¿Por qué aquí nos cuesta tanto ese proceso si nuestros vecinos lo llevan a cabo con toda normalidad? ¿Nos podemos imaginar la cantidad de avances científicos que encajan en las políticas de I+D+I que han nacido en instalaciones militares? Una vez más, seamos sinceros: el motivo es un complejo atávico que no hemos sabido arrancar de nuestras entrañas. Porque yendo un poco más allá en el razonamiento, y salvo honrosas excepciones, la entrada de militares en determinadas universidades provocaría en sus rectores y responsables la estigmatización absurda de tiempos predemocráticos. Algo se ha conseguido ya con la inclusión de aspectos específicos de esta materia en los temarios de Educación para la Ciudadanía. Desde la otra vertiente, se trata de empujar a que instituciones como el CESEDEN se abran más aún a los civiles porque multiplicaría su influencia y amplificaría el efecto de sus informes y estudios más allá de los uniformados. Ningún «think tank» en España es capaz de fabricar los estudios y ensayos que elabora el CESEDEN. Pero para afrontar todo lo anterior, nos encontramos con otro bastión fundamental, cual es la politización de la Defensa que puede comenzar, por el propio Ministerio y terminar con el tratamiento que los medios de comunicación aplican al tema. La Cultura de Defensa adquiere un impulso con la participación de las Fuerzas Armadas en las organizaciones internacionales de Seguridad y Defensa.
Puedes leer la tercera parte aquí.