El pasado 7 de marzo entró en servicio en la Fuerza Marítima de Autodefensa, rama naval de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, un nuevo submarino de la clase Soryu. La ceremonia oficial de entrega de la nueva unidad a la Fuerza Submarina de la Flota (Sensui Kantai) se celebró solemnemente en el astillero de Mitsubishi Heavy Industries en Kobe, en la prefectura de Hyogo. El flamante submarino, bautizado Jinryu, ha tenido un coste que ronda los 400 millones de euros.
Con esta nueva incorporación, la séptima del total de 11 buques que Tokio prevé adquirir, la flota nipona de sumergibles alcanza las 18 unidades, convirtiéndose en la más poderosa de Asia. Está previsto que para el año 2021 Japón eleve esa cifra a las 22 unidades, cuando se hayan entregado los cuatro submarinos restantes de la clase Soryu.
Los Soryu son los submarinos de propulsión convencional más grandes del mundo. Cuentan con 84 metros de eslora, 9 metros de manga, 65 tripulantes y 4200 toneladas de desplazamiento en inmersión. Su sistema de propulsión diésel-eléctrico les permite alcanzar los 20 nudos de velocidad. Asimismo, el sistema de propulsión independiente de aire (AIP), una característica de serie en las unidades de la clase Soryu, permite al buque permanecer sumergido por periodos de tiempo prolongados.
La unidad recién entregada opera el torpedo Tipo 89 y puede lanzar misiles antibuque desde los tubos lanzatorpedos. Este hecho, junto al material absorbente de ondas de sonido que reviste su casco, lo convierte en un cazador furtivo sumamente peligroso para la incipiente flota de alta mar que China está desarrollando en la actualidad. También puede plantear un serio desafío al nuevo portaaviones chino Liaoning y a los nuevos portaaviones de fabricación nacional cuya construcción fue anunciada por Pekín el 31 de diciembre de 2015.
Ante el afán chino por modernizar su Armada y el desafío que ello representa para Japón, Tokio responde con el mayor presupuesto militar de su historia (2016) y con la construcción de dos destructores portahelicópteros de la clase Izumo (Izumo y Kaga) con capacidad para embarcar la versión naval del F-35, lo que los convierte de hecho en semiportaaviones. Asimismo, Japón está ampliando y mejorando su flota de sumergibles con las nuevas unidades de la clase Soryu. En la actualidad, los submarinos y buques de superficie nipones son los más avanzados operando en los mares de China Oriental y Meridional, a excepción de los estadounidenses.
China y Japón se disputan la soberanía sobre las islas llamadas Diaoyu o Senkaku, respectivamente en chino y japonés. El principal interés de estas islas situadas en el mar de la China Oriental es el económico, puesto que son aguas con grandes bancos de pesca e importantes yacimientos de hidrocarburos. No obstante, el factor geoestratégico también reviste una importancia capital. Para China, su soberanía sobre ese archipiélago es clave para poder superar el primer cinturón de islas que rodea sus costas y del cual las islas Diaoyu o Senkaku forman parte. Tokio, por su parte, considera el mantenimiento de ese archipiélago bajo su soberanía como un seguro contra el creciente belicismo chino.
El refuerzo de las capacidades submarinas para compensar la aplastante superioridad en unidades de superficie de la Flota china no es una estrategia exclusiva de Japón. Vietnam, Taiwán, Filipinas e incluso Corea del Sur también parecen haber llegado a la misma conclusión: la mejor manera de contrarrestar el creciente despliegue por parte de China de una poderosa flota de alta mar es negándole la navegación marítima mediante el uso de una flota submarina moderna, silenciosa y con capacidad para permanecer largo tiempo bajo el agua en operaciones de combate.
La última unidad de la clase Soryu entregada el pasado 7 de marzo confirma nuestro análisis expuesto en el artículo “Geoestrategia submarina en los mares de China Oriental y Meridional“. Las potencias locales mueven sus piezas en el tablero de la región Asia-Pacífico. La región merece la máxima atención mediática, ya que un conflicto en la zona podría desencadenar fácilmente una conflagración mundial.
Beijing, 9 de marzo de 2016
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