En el presente artículo analizamos la situación de China dentro de su espacio geográfico marítimo y sus dos estrategias principales para afrontar los retos a su auge económico y militar en el enmarañado escenario geopolítico y geoestratégico de los mares de la China Oriental y Meridional y de Asia-Pacífico. Nuestro análisis parte de un postulado fundamental: la República Popular China está encerrada en sus propios mares por sus vecinos (casi sin excepción) más Estados Unidos. En caso de conflicto armado en el mar con uno de sus vecinos o EE. UU., y en el supuesto de que se produjera una alianza entre los diversos países que mantienen disputas territoriales con Pekín, las posibilidades de que China saliera victoriosa serían prácticamente inexistentes.
Grosso modo, China se encuentra en inferioridad numérica y cualitativa tanto en buques de superficie como submarinos ante la suma total de las unidades navales del resto de sus vecinos más EE. UU. Como se puede apreciar con solo echar un vistazo a cualquier mapa de la región, China está cercada en el mar de la China Oriental por la península de Corea y el archipiélago japonés, y en el mar de la China Meridional por una figura parecida a una V formada por Vietnam, Malasia, Indonesia, Filipinas y Taiwán. Además, dicha V enlaza con el archipiélago japonés mediante las islas Ryukyu, creando una auténtica malla que envuelve por completo al litoral chino. A todo ello hay que sumar a EE. UU., actuando como agente libre por toda la región y con bases navales en Filipinas, Japón, Corea del Sur y Singapur, por citar solo las más importantes, y que en los últimos años está tendiendo puentes con Vietnam.
Tradicionalmente, China ha sido un imperio terrestre. Su dominio sobre los mares que ahora se disputa con sus vecinos podría considerarse como una anomalía histórica. En el primer cuarto del siglo XV, China dominaba todos los mares y océanos desde sus costas hasta el África Oriental. Ni siquiera India, que da nombre al océano Índico, se atrevió por aquel entonces a bloquear el paso a la embajada de Zheng He de camino a las costas africanas. No obstante, la dinastía Ming decidió encerrarse y abandonar la navegación en alta mar. Durante los últimos 500 años, China ha ignorado los mares y es a través de ellos que llegaron sus últimos agresores. India es ahora una potencia temida en su océano y una nueva embajada de Zheng He sería impensable e inviable. El mundo ha cambiado pero China no lo suficiente, a pesar de las apariencias y de la propaganda gubernamental, a veces bienvenida en Occidente por quienes buscan el sustituto a su primer amor de juventud: la Unión Soviética.
No obstante, y en contradicción con lo antedicho, China ha resurgido gracias al comercio por mar. Desde su apertura económica en 1979, las exportaciones de la gran fábrica del mundo se realizan por vía marítima. El gigante asiático depende de las rutas de suministro marítimas como lo hiciera el Imperio japonés durante la SGM. Sin ir más lejos, el 60 % de la energía que China consume proviene de Oriente Medio y el 80 % de sus importaciones de crudo atraviesa el océano Índico y el estrecho de Malaca. Reconociendo esta realidad, en el último decenio China ha emprendido la modernización de su flota de superficie. No obstante, a pesar de los progresos, China se enfrenta a enemigos demasiado duchos en la lucha marítima: Estados Unidos, su secuaz británico, Japón (la mejor Armada después de la estadounidense) y Vietnam, que recientemente se está aproximando a Washington.
Disputas territoriales por doquier
China mantiene diferendos territoriales con casi todos sus vecinos, pero principalmente destacan las disputas con Japón, Filipinas y Vietnam. China y Japón se disputan la soberanía sobre las islas llamadas Diaoyu o Senkaku, respectivamente en chino y japonés. Taiwán, o mejor dicho la República China, también las reclama con el nombre de Tiaoyutai. El principal interés de estas islas es el económico, puesto que son aguas con grandes bancos de pesca e importantes yacimientos de hidrocarburos. No obstante, el factor geoestratégico también reviste una importancia capital.
Ante el afán chino por modernizar su flota y el desafío que ello conlleva, Japón responde con el mayor presupuesto militar de su historia (2016) y la construcción de dos destructores portahelicópteros de la clase Izumo (Izumo y Kaga) con capacidad para embarcar la versión naval del F-35, lo que los convierte de hecho en semiportaaviones y provoca a China mayor ansia aún por acelerar su programa de construcción de portaaviones, punta de lanza de Pekín para romper el cerco al que se encuentra sometido por mar. Asimismo, Japón está ampliando y modernizando sus unidades submarinas a un ritmo vertiginoso.
En el mar de la China Meridional o mar de la China, Pekín mantiene disputas con Filipinas y Vietnam por la soberanía y el control de las Islas Spratly y Paracelso, un grupo de unos 100 arrecifes e islotes ricos en pesca e hidrocarburos. China acusa a Filipinas de disparar a sus barcos pesqueros y de ocupar islotes que considera bajo su soberanía. Por su parte, Filipinas reclama su soberanía sobre los islotes y arrecifes al oeste de sus costas y acusa a China de destruir los ecosistemas marinos.
Vietnam se encuentra en el mismo mar y con los mismos intereses. La enemistad entre China y Vietnam viene de antiguo. En la actualidad, ambos países mantienen un contencioso por la soberanía de las islas Paracelso. Según China, Vietnam ocupa la mitad de todo ese archipiélago que Pekín reclama como suyo, mientras que Hanói llama al mar de la China Meridional como mar Oriental y reclama la soberanía completa sobre la zona.
La doble estrategia de Pekín
Frente a esta situación, China despliega una doble estrategia: la modernización de su Armada para afrontar los desafíos directos en sus mares y proteger sus vías de suministro por mar, más el lanzamiento de la nueva Ruta de la Seda, programa que engloba dos iniciativas principales: la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI. El objetivo de tan ambicioso plan es cortocircuitar el cerco marítimo saliendo por tierra desde el oeste. La nueva Ruta de la Seda será analizada en la continuación de este artículo.
Durante los próximos años, la Armada del EPL no dejará de ser una flota de disuasión en puerto (fleet in being) pero esa estrategia debería permitirle ganar el tiempo suficiente para construir una verdadera flota operativa con capacidad para enfrentarse a sus enemigos incluso fuera del océano Pacífico. Para ello China necesita unos largos 20 años, pero el camino ya ha sido iniciado con la construcción de las nuevas unidades que cada día (literalmente) se incorporan a la Armada China.
China está cercada por mar y también por tierra. Los mares de la China Oriental y Meridional son aguas en disputa entre China y una nutrida lista de países de la región, entre los que se encuentran Japón, Filipinas, Vietnam y Taiwán (República de China). La resolución de dichas disputas es clave para el mantenimiento de la paz y la estabilidad mundiales. Por el contrario, si las diferencias entre los estados involucrados persisten, la distancia que nos separa de una conflagración mundial será cada vez más corta.
No obstante, por lo que respecta a sus reclamaciones soberanistas en la región, la actitud de China parece muy alejada de la prudencia y el comedimiento que la caracteriza en foros internacionales como Naciones Unidas. Si a ello unimos la estrategia estadounidense basada en la provocación con sus operaciones FONOP en las islas Paracelso y Spratly, el resultado es un cóctel potencialmente explosivo en una región, Asia-Pacífico, clave para para la economía mundial durante el presente siglo.
En lo tocante a su cerco por tierra, que analizaremos en próximos artículos, China ha contraatacado con la estrategia Una Franja, Una Ruta (One belt, One road), que le permitirá aunar a Rusia y a los países del Asia Central en un proyecto común, inclusivo y mutuamente beneficioso. Asimismo, China se ha involucrado mucho más en el conflicto sirio de lo que hiciera en Libia, donde prácticamente pasó inadvertida, por no decir que, junto a Rusia, dejó a su suerte a Muamar el-Gadafi. De los errores se aprende.
Pekín, 1 de junio de 2016
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