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3. LA INICIATIVA UNA FRANJA, UNA RUTA
La principal estrategia avanzada por China para hacer frente al encierro terrestre y marítimo al que se ve sometido por la amenaza yihadista y por los Estados Unidos y sus aliados es uno de los proyectos más ambiciosos de la historia contemporánea. Se trata de la Nueva Ruta de la Seda, cuyo nombre oficial y completo es la Franja Económica de la Ruta de la Seda y la Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI.
En lugar de franja económica, a menudo podemos leer cinturón económico como traducción al español de la primera parte del nombre. Ello es debido a que el nombre de la iniciativa en inglés es The Belt and Road Initiative y a que belt puede traducirse tanto por franja como por cinturón. Otra denominación muy común es la abreviación Una franja, una ruta o Un cinturón, una ruta (One Belt, One Road en inglés).
La iniciativa fue lanzada oficialmente por el presidente Xi Jinping en dos discursos separados. La Franja Económica de la Ruta de la Seda fue presentada el 7 de septiembre de 2013 en la Universidad de Nazarbayev, Kazajistán. La Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI fue anunciada el 3 de octubre del mismo año ante el parlamento de Indonesia. Teniendo en cuenta que la Franja hace referencia a la recreación de la antigua Ruta de la Seda (por tierra) y que la Ruta es la versión contemporánea de la antigua Ruta de las Especias (por mar), queda patente la atención concedida a los detalles por parte del gobierno chino respecto a la elección del lugar para cada discurso.
La Nueva Ruta de la Seda es, grosso modo, un proyecto abierto e inclusivo lanzado por Pekín con el objetivo de crear una red completa de transporte e infraestructuras que permita profundizar la integración y el desarrollo de China, el Asia Central, el Sudeste Asiático, Oriente Medio, Europa del Este y Europa Occidental, con más de 40 países potencialmente beneficiarios de la bonanza económica que dicho proyecto generaría.
La Franja incluye a todos los países modernos situados en el camino de la antigua Ruta de la Seda terrestre, abarcando las regiones del Asia Central, Oriente Medio, Oriente Próximo y Europa. Esta parte continental del proyecto persigue la creación de una franja sin obstáculos que reúna en un mismo espacio económico a China, la Federación Rusa, las antiguas repúblicas soviéticas del Asia Central y toda Europa, llegando incluso hasta el mar Báltico.
Por su parte, la Ruta es una iniciativa complementaria destinada a la inversión y al fomento de la colaboración en el Sudeste Asiático, Oceanía y el África Oriental, recreando la ruta que otrora utilizaran los juncos del Almirante Zheng He para llegar hasta el África del Este, es decir, bordeando la cuenca sur del Pacífico hasta llegar a aguas del golfo de Bengala, surcar todo el Índico hasta el mar Arábigo, donde la ruta se dividiría en dos, una hacia el golfo Pérsico y la otra doblando hacía el golfo de Adén para alcanzar las costas africanas.
Una salvedad, empero. Para eludir el estrecho de Malaca y así evitar el tránsito por tan estratégico lugar bajo control estadounidense, Pekín ha tenido la genial idea de proyectar, en colaboración con Tailandia, la construcción de un canal en el istmo de Kra que reduciría notablemente el tiempo de navegación por esta ruta.
La flamante iniciativa incluye la construcción de seis corredores económicos, de los cuales destacan cuatro: el corredor China-Mongolia-Rusia; el corredor China-Pakistán; el Nuevo Puente Terrestre Euroasiático y el corredor Bangladesh-China-India-Myanmar (Birmania). Los dos primeros constituyen el esqueleto básico de la Franja y tienen como objetivo garantizar el suministro de gas y petróleo a China por el oeste y procurar la estabilidad de las fronteras con Rusia, el Asia Central y la región de Af-Pak. El puente terrestre euroasiático unirá a China con la Europa del Este, Central y Occidental por tierra, mientras que el último corredor va dirigido a reforzar el comercio con los estados miembros de la ASEAN más la India.
De concretarse en su totalidad, la iniciativa supondría la construcción de infraestructuras de gran envergadura para los países participantes. Además del ya citado proyecto del canal de Kra, cabe destacar el puerto de aguas profundas de Gwadar (ya terminado) en Pakistán; la construcción de tres oleoductos para conectar, respectivamente, China con Rusia, Kazajistán y Myanmar; la construcción de sendos gasoductos entre China y Rusia y China y Myanmar; el tendido de 10 líneas de transmisión eléctrica entre China, Rusia y los países del Asia Central; la proyección de un puerto de aguas profundas en Hambantota, Sri Lanka; así como la construcción de líneas ferroviarias para unir China con Myanmar, Tailandia y Laos, y que en el caso de Tailandia incluiría líneas de alta velocidad.
La nueva Ruta de la Seda cuenta con un fondo de inversión y un banco propios para garantizar la financiación de los proyectos en curso o en planificación. En diciembre de 2014, el presidente Xi Jinping anunció la creación del Fondo de la Ruta de la Seda, dotado con 40.000 millones de dólares para el desarrollo de proyectos en el marco de la iniciativa Una Franja, una Ruta. También en 2014, China estableció el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB por sus siglas en inglés). Este banco, independiente del citado fondo de inversión, cuenta con un capital de 100.000 millones para la financiación de proyectos en infraestructuras.
A tenor de lo explicado, es muy fácil confundir esta iniciativa con un programa de beneficencia o de asistencia al desarrollo por parte de Pekín. Nada más lejos de la realidad. A pesar de que hace hincapié en la construcción de infraestructuras, este proyecto es puramente geopolítico y geoestratégico.
Se trata de una estrategia ideada para contrarrestar la intención de Washington de cercar a China por mar mediante el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (Trans-Pacific Partnership, TPP) por una parte, y la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (Transatlantic Trade and Investment Partnership, TTIP) por tierra desde Europa Occidental. No solo eso, el énfasis en la región del Asia Central y en Pakistán parece tener un objetivo claro: crear prosperidad en países inestables o fácilmente desestabilizables para luchar con carácter preventivo contra el extremismo islamista que podría contagiar la provincia del Xinjiang.
La Franja Económica tiene el doble objetivo de estimular el tejido industrial y económico en el oeste del país, vinculando esa zona al Asia Central y a Rusia para atraer las inversiones extranjeras y así equilibrar la aportación del PIB de las provincias pobres del oeste del país con el de las ricas provincias costeras. De esta manera, China desplazaría parte de su tejido industrial y productivo al centro oeste, convirtiéndolo en la fábrica de China, para así posibilitar el cambio de paradigma productivo en el gigante asiático.
China quiere pasar de ser la fábrica del mundo a ser el centro, o uno de los centros, del planeta. La gran fábrica del mundo tiene su epicentro en las provincias costeras del este, hecho que ha provocado que las regiones centrales y occidentales del país se hayan sumido en la pobreza y la desigualdad económica.
Para mantener la cohesión social, étnica y nacional en toda China, Pekín necesita desarrollar económicamente todo el país, incluidos el Tíbet y el Xinjiang. La Ruta, por su parte, servirá para mantener el comercio por mar y reducir, cuando no hacer imperceptible, los efectos que provocará la deslocalización interna de la producción de la costa al centro oeste del país, amén de involucrar a los vecinos costeros en proyectos mutuamente beneficiosos que dificulten un enfrentamiento militar en el futuro debido a las pérdidas económicas que todas las partes sufrirían.
Desde esta perspectiva pacífica y cohesiva, China considera su iniciativa, y así lo consideran otros muchos países, como una alternativa civilizada respecto a las políticas de injerencia occidental en Oriente Medio y otras regiones del planeta. Ante la desestabilización y los conflictos buscados por Estados Unidos y otros países que lo secundan, China opone la estabilidad política y el crecimiento económico compartido e inclusivo.
La nueva Ruta de la Seda es un proyecto muy ambicioso que, al fin y al cabo, no ha hecho sino iniciar su andadura. Aún restan años para comprobar si los equivalentes actuales de las antiguas caravanas de camellos y de los galeones cargados de especias llegan a buen puerto y si, como corolario, contribuyen a prevenir la radicalización islamista en el Asia Central y otras regiones del planeta.