MADRID, ESPAÑA. Por tercera vez consecutiva Madrid se engalana para poder dar buena impresión al Comité Olímpico Internacional, esperando poder ser la sede de las Olimpiadas 2020. Un acicalamiento que es sólo muestra de la negligencia del Ayuntamiento y de la alcaldesa Ana Botella, que pasan por alto la deuda abismal que supondría para la ciudad la obtención de los Juegos.

Actualmente las arcas de Madrid se encuentran ante un déficit superior a los 7000 millones de euros según los datos oficiales del Banco de España, colocándola como una de las Comunidades más endeudadas del Estado. Cifra que no parece que disminuirá a corto plazo y menos con proyectos suicidas como la candidatura olímpica.

Es cierto que la ciudad ya tiene bastante trabajo hecho a causa de su interés por las Olimpiadas de 2012 y 2016 pero todavía queda mucho por hacer. De momento el presupuesto ya asciende a más 1500 millones para alcanzar todo lo que Madrid ha prometido. Si la cifra ya de por sí es alarmante hay que fijarse en lo sucedido en el pasado, en las Olimpiadas de Londres 2012 o Pekín 2008, en las cuales del gasto presupuestado al gasto final corrieron varios miles de millones. El beneficio obtenido es más mediático que económico, lo cual en tiempos de crisis hará que los madrileños se hundan en una deuda imposible de aguantar.

Botella se empeña en continuar una tradición comenzada por su antecesor en el puesto, Alberto Ruíz-Gallardón, y pese a que éste ya hizo mal persistiendo en su empeño de Madrid 2016, una nueva candidatura no tiene sentido. Parece que la idea de los alcaldes madrileños es permanecer de aspirantes a los JJ.OO. hasta que en algún momento suene la flauta. Y mientras esperan que esto ocurra, se habrán gastado el mismo dinero que hubiera sido necesario para preparar unas Olimpiadas. Se habrán dilapidado millones en acondicionar una ciudad para unos Juegos que nunca llegan. Y en época de vacas flacas ese es un gasto que la ya ahogada población de la capital no se puede permitir.

Tantos millones deberían destinarse a impedir la privatización de la sanidad madrileña o en recuperar la abandonada universidad pública, no en promocionar la ciudad con opulentos estadios. Estructuras que, por lo pronto, suelen reportar deudas millonarias. Tal es el caso de la Caja Mágica, que con un coste de casi 300 millones apenas es utilizado y ni siquiera se ha amortizado su construcción. O las sempiternas obras de La Peineta, previstas para las olimpiadas de 2016 y que a día de hoy siguen en marcha con más de 200 millones de inversión.

Teniendo problemas más apremiantes y proyectos de dimensiones faraónicas ya ideados, como Eurovegas, la candidatura olímpica debería dar marcha atrás y retirarse discretamente, como ha hecho Viena recientemente. Aunque aseguren que ya hay un 80% de las infraestructuras necesarias en pie, la alcaldía de Madrid debería replantearse sus prioridades e invertir el dinero de sus ciudadanos en algo más necesario para estos. Unas Olimpiadas no sacan a una ciudad de la crisis por lo que, por el bien de las arcas madrileñas, esperemos que a la tercera no vaya la vencida.