CHINA. Ordos es una de las capitales administrativas de Mongolia Interior, al norte de China. Sus casi dos millones de habitantes la convierten en un lugar tranquilo y casi rural para los estándares chinos. En 2012, esta ciudad remota saltó a las portadas al albergar el certamen de Miss Mundo que coronó precisamente a una china, Yu Wenxia, como la mujer más hermosa del globo. A pocos kilómetros se alza el imponente complejo de Kangbashi. Planeado en 2003 para acoger a un millón de personas más, fue necesaria una inversión de 161.000 millones de dólares para edificar un distrito que finalmente contaría con capacidad para otros trescientos mil habitantes. Hoy día se estima que viven allí entre veinte y treinta mil personas.

Los altos precios de la vivienda, la falta de infraestructuras y empleo y el progresivo avance del desierto de Ordos, a las mismas puertas del nuevo distrito, han disuadido a los potenciales residentes pese a los esfuerzos llevados a cabo por las autoridades chinas. Ni siquiera el descenso en el precio del metro cuadrado – en los últimos cinco años se ha reducido en más de un 50% – ha contribuido a atraer nuevos vecinos.

No es el único caso. La capital de la provincia de Yunnan, Kunming (6.800.000 habitantes), presentó un ambicioso plan para ampliar la ciudad, al límite de su capacidad. El condado de Chenggong, al sur, fue integrado como un distrito más y urbanizado masivamente: hoy viven en él trescientas cincuenta mil personas, pero ocupan sólo un 10% de la capacidad de este monstruoso barrio. Cuenta con estadios, rascacielos, incluso dos universidades prácticamente vacías. Las razones son similares; precios altos, pocos incentivos laborales, malas infraestructuras ¿Existe una demanda real para un sector que parece desbocado y con un peso enorme en la economía de un gigante como China? En contra de la opinión del primer ministro Li Keqiang, los datos dicen que no.

Teóricamente la urbanización fomenta el crecimiento. Los habitantes de las ciudades tienen más ingresos que quienes viven en el campo y pueden de esa forma gastar más en bienes y servicios, pero es necesario generar incentivos para atraer población a las grandes urbes. Un caudal inagotable de inversión estatal ha potenciado estas obras faraónicas, a juicio de personalidades como Kevin Doran, director del fondo de inversiones Brown Shipley, de manera absurda «Quizá hace 10 o 15 años estaban haciendo cosas que tenían sentido, pero ahora se ha llegado al punto de invertir por el sólo hecho de hacerlo» declaró en una entrevista en la BBC. No obstante, según algunos analistas, en torno a 250 millones de personas se trasladarán desde las zonas rurales en los próximos veinte años.

Lo que no parece nada claro es la eficacia de este modelo en términos económicos. China ha cerrado cuentas, por segundo trimestre consecutivo, desacelerando el crecimiento económico hasta la tasa de 7,5% y poniendo en riesgo el objetivo de PIB para 2013. No sólo se trata de la cifra más baja de los últimos trece años, sino que también es la muestra inequívoca de los problemas que tendrá que enfrentar a corto plazo el ejecutivo chino. Concienciado de la importancia de consolidar un crecimiento estable y de calidad, el gobierno quiere dejar de depender de la inversión masiva para pasar a un modelo económico cimentado sobre el consumo interno. Se estima que existen unos 64 millones de viviendas vacías en China, muchas de ellas en ciudades de pequeño y mediano tamaño como Tieling, y lo que la tendencia indica es que lejos de ocuparse la población tiende a concentrarse en las grandes metrópolis. Du Jinsong, analista de Credit Suisse, señala que tras el éxodo en busca de mejores oportunidades laborales, las ventas de tierras a promotoras inmobiliarias aumentaron incrementando aún más la oferta.

as previsiones son pesimistas para el gigante asiático: hasta un 25% de la actividad económica está relacionada con la construcción, mientras que los precios han subido hasta un 80% desde 2006. Si el gobierno no reduce paulatinamente la burbuja inmobiliaria y esta estalla sin previo aviso, las condiciones serán catastróficas. Tan sólo queda la esperanza de que estas megalópolis desiertas sirvan al ejecutivo como advertencia.