PANAMA. «Si Panamá fuera una empresa, sería una PYME de éxito»: así describió Antonio Otero, director de la empresa española asentada en Panamá, Futuver, la marcha del país caribeño. Para la mayoría de sus colegas asistentes al foro de PYMEs y el Instituto de Empresa, auspiciado por la Casa América el pasado 12 de noviembre, las perspectivas de la economía panameña son muy similares a lo que vino a convertirse en el milagro singapurense, con una sola salvedad: la educación en Panamá es aún deficitaria. Recordemos a los lectores que en solo medio siglo de historia, el pequeño país independizado de Malasia, ha alcanzado una renta per cápita de 46.000 euros, una estabilidad política y un sistema judicial idóneos para convertirse, según el Banco Mundial, en el mejor país del mundo para hacer negocios.

Por partes: si vamos a considerar Panamá como una empresa en la que invertir o no, o mejor aún, que fundar o no, el primer paso sería elaborar un estudio DAFO:

Ya hemos mencionado como debilidad los bajos niveles eduativos del país que, en la Encuesta de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés), le sitúan en el puesto 115 en calidad de educación superior. Esta falta de formación bien enfocada junto al escaso, aunque creciente, 40% de la población de clase media en condiciones de iniciar sus propios negocios, hace de Panamá una tierra sin ningún espíritu emprendedor.

Amenazantes son los datos de economía informal aún demasiado altos, la abundante mano de obra nicaragüense, que abarata la panameña en la construción, o que la excesiva concentración de la inversión estatal en obra pública e infraestructura esté derivando en una economía peligrosamente sectorizada. Tampoco es tolerable un 3% de déficit público soportado por un PIB creciente a casi el 10% anual los últimos 5 años: la literatura económica ha aconsejado en muchas ocasiones aplicar políticas anticíclicas, que en la cresta de la ola caribeña se debería traducir en una acentuación de la presión fiscal sobre los contribuyentes de mayor capacidad, para sufragar la inversión educativa, tablón de salvación cuando los motores se desaceleran. Pero sobre esto, sólo los hacedores de política económica tienen potestad y queda fuera del alcance y acción de los inversores, que pueden de momento beneficiarse de exenciones impositivas por los intereses generados por ahorros o de un laxo 25% de impuesto sobre sociedades.

La situación geográfica estratégica del país, su ininterrumpido crecimiento pese a las corrientes internacionales, la tasa de pleno empleo que aleja el fantasma de la rigidez laboral, ser la segunda nación más competitiva de la región -acorde a los resultados de la encuesta del WEF-, la cuantiosa rebaja de los aranceles en un 80% (del 15% al 3%) o situarse en el 2º puesto mundial por asequibilidad de servicios financieros, son factores que constituyen grandes fortalezas en el marco de nuestro estudio.

Ahora bien, ¿cuáles son las oportunidades que realmente ofrece Panamá para el inversor español? La paulatina transformación social resulta en un aumento de la fuerza consumidora a medida que más capas sociales acceden a la clase media y sus preferencias de consumo tales como restauración, ocio o turismo, aún por explotar. Por otro lado, las grandes españolas ya están allí, asentadas y con la experiencia a su espalda, por lo que el momento en Panamá pertenece ahora a las PyMEs: sólo las concesionarias españolas han ganado concursos públicos por 500 millones de euros, a repartir entre otras tantas subcontratas que, quién sabe, si no estarán aún por aterrizar. Por último, las facilidades jurídicas que recientemente el legislativo otorgó a una veintena de «países amigos», entre los que se encuentra España, ofrece a los extranjeros una excelente oportunidad. Gracias a este decreto, junto con la aprobación de uno posterior en agosto de 2012, los ciudadanos españoles pueden solicitar un permiso de trabajo indefinido sin pasar por la categoría de residente temporal, previa acreditación de su actividad lícita profesional o inversora.

Volviendo a la cuestión de partida, ¿qué hacemos entonces contra el gap entre las demandas de capital humano de la república centroamericana y la oferta que hacen sus universidades? Actualmente, según cuentan inversores españoles en la zona, los altos cargos de los proyectos en curso (ingenieros, arquitectos, directivos) son compatriotas, pues la formación panameña aún no se equipara a los estándares deseados. De esta manera se abre una doble posibilidad: el desembarco de ordas de españoles formados para desarrollar sus carreras bajo las órdenes de jefes paisanos, o la creación de una red de consultoras de formación in situ, que cubra las deficiencias que las universidades autóctonas deberían empezar a calcular y minimizar.