[translations idioma=”EN” url=”http://rgnn.org/2013/12/02/without-corn-there-is-no-country”]
MEXICO. La misión de Sin maíz no hay país, un movimiento popular mexicano que surgió en 2007, consiste en “defender la soberanía de la gastronomía nacional y revitalizar el campo”, y todo ello con una sola cosecha: el maíz. El maíz, conocido como cereal dulce o “corn” en varios países angloparlantes, ha sido cultivado como parte de la dieta básica mesoamericana durante 10.000 años, y todavía hoy ocupa un lugar central en el estilo de vida y la cultura mexicana contemporánea. Su larga historia, relacionada con su evolución natural y su cultivo por parte de pueblos indígenas, ha tenido como resultado el desarrollo de las 59 variedades locales que se usan en México en la actualidad; una diversidad genética tan grande que es considerada fundamental en la seguridad alimentaria mundial.

Por este motivo, en 2009, cuando el gobierno mexicano levantó la moratoria de facto de 1998 sobre toda la producción mexicana de plantaciones genéticamente modificadas o transgénicas, se desató la polémica, con motivo de los efectos medioambientales, sociales y culturales que podrían derivarse al introducir maíz transgénico en México. A pesar de las reivindicaciones generalizadas en las que se afirma que el uso de semillas de transgénico incrementa la resistencia de la cosecha y la resistencia al cambio climático, la mayoría de los estudios realizados sobre el uso de maíz transgénico en México no demuestra que aumenten las cosechas ni prueba una mayor resistencia al clima seco mexicano en comparación con las variedades convencionales. Sin embargo, existen pruebas de que, en México, las variedades locales no pueden coexistir con plantaciones de maíz transgénico a escala global sin acumular el ADN de este último. Teniendo en cuenta que se espera que la diversidad genética de las variedades locales de maíz sea una defensa crucial contra el cambio climático, especialmente para los pequeños productores que cultivan el maíz para la subsistencia, ampliar las plantaciones de cosechas transgénicas en México puede resultar en una enorme vulnerabilidad ante el cambio climático para aquellos que menos pueden permitírselo. La pérdida de terrenos locales afectaría también a la cultura gastronómica mexicana, ya que el maíz se usa en 600 preparaciones de alimentos distintas, y cada una de ellas depende de una variedad de maíz específica.

Antonio Turrent Fernández, presidente de la delegación mexicana de Union of Concerned Scientists y experto en maíz, cree que las variedades locales de maíz pueden conseguir el mismo incremento en la producción que el maíz transgénico. Actualmente, México produce unos 22,7 millones de toneladas de maíz cada año: alrededor del 90% (maíz blanco) se destina al consumo humano y el 10% (maíz amarillo) se usa como alimento para los animales. Para satisfacer su consumo de maíz, México importa otras ocho o diez millones de toneladas cada año, principalmente de Estados Unidos. Basándose en miles de estudios de campo sobre la fertilidad de la tierra, Turrent Fernandez estima que ciertas mejoras en la productividad de la agricultura podrían elevar la producción anual de maíz de México hasta los 33 millones de toneladas, lo suficiente para cubrir la factura de las importaciones, utilizando únicamente variedades locales. Además, Turrent Fernandez estima que México podría incrementar su producción anual de maíz hasta alcanzar los 57 millones de toneladas si se aprovechasen tres millones de hectáreas de extensas tierras de pastoreo para su producción, y se realizase una inversión significativa en irrigación.

No fue hasta marzo de 2011 cuando el ministro mexicano de agricultura concedió a Monsanto el primer permiso para una plantación piloto de maíz transgénico. El piloto era una variedad de maíz amarillo llamado MON 603, y fue plantado en un terreno inferior a una hectárea en Tamulipas. Desde entonces, se han aprobado plantaciones piloto en casi 4.000 hectáreas más, y se han enviado solicitudes para plantaciones comerciales en 13 millones de hectáreas, casi todas por Monsanto.

Hasta agosto de 2013, ninguno de los permisos para plantaciones comerciales había sido aprobado aún. Dado el peligro de contaminar permanentemente los terrenos locales con ADN transgénico, sería prudente que el ministro de agricultura mexicano ofreciese otras opciones antes de conceder plantaciones comerciales de transgénicos. El modelo de mejora de la productividad propuesto por Turrent Fernandez usando terrenos locales es una buena opción, y merece la financiación del gobierno para realizar al menos un estudio a gran escala y examinar su efecto en los campos. Pero como la presión aumenta, tanto desde las corporaciones agrícolas biotecnológicas como desde la preocupación sobre pobreza y nutrición relacionadas con los campos mexicanos mediocres, el ministro de agricultura puede decidir poner en riesgo al maíz, y con ello, según Sin maíz no hay país, al país.