BERLIN, ALEMANIA. Una compañera de la agencia me comentó hace una semana lo interesante que podrían resultar las Jazz Jam Sessions en Berlín. Locales en esta ciudad, donde se escuche música Jazz en directo, no es algo que aparentemente sorprenda mucho. Sin embargo, este tipo de sesiones de música improvisada me dejó con la boca abierta.
B-flat. Ese es el nombre del Club donde cada miércoles se puede asistir de forma gratuita a una explosión de arte sonoro. No era la primera vez que escuchaba este tipo de música. Y me quedé anonadada. Ese miércoles, hace una semana y media, el protagonista del programa era un contrabajo canadiense. Al principio del concierto se vio acompañado por un batería y un guitarrista. Una conversación musical entre el artista y sus acompañantes que fue cobrando intensidad. Hasta ahí era un concierto usual. Usual, pero lo suficientemente interesante como para que el local estuviese a tope.
Lo más interesante llegó después, cuando músicos invitados se unieron al músico. Y un saxofonista o un trompetista, podrían completar perfectamente el escenario en un concierto de Jazz; pero cuando son dos trompetas, el pianista, una cantante, más guitarras… entonces sí te quedas a cuadros. Hasta doce personas se podían contar en el escenario, aunque, eso sí; no tocando a la vez. Sin embargo, la participación de todos los artistas improvisada, pero organizada era digna de admirar. De hecho, el público no era más que el reflejo de la calidad del espectáculo. Personas de pie entre las mesas que ocupan la mitad del Club y la otra mitad donde se encuentra la barra a full como un concierto. Y en un ambiente distendido y de conversación, por supuesto, pero todas las cabezas apuntando hacia delante: al escenario.
Personalmente lo que más me gustó del concierto esa noche fue el conjunto de artistas que subieron al escenario. Si la mayoría eran adultos de mediana edad, un tercio resultaron ser chicos bastante jóvenes. Alguien me comentó que creía que eran miembros de una escuela y algunos profesores habían traído alumnos. Y por la experiencia diversa que se deducía en cada nota musical, parecía un argumento muy convincente. Más o menos experiencia, la calidad del espectáculo fruto del entusiasmo y la diversión con que los artistas tocaban para su público, mereció la pena. Mereció mesas con más de 4 rondas de cerveza.
EL Club B-Flat no cobra entrada y el precio de la bebida es como el resto del centro de Berlín diría yo, y solo 30 céntimos más que las jarras de cerveza que normalmente se encuentran. Variedad en la carta de bebida, licores, Wishkeys incluidos. Y servicio eficiente.
Para ser realistas, deberíamos describir los dos lados de la moneda, pero en lo que a esta actividad se refiere, solo puedo hablar de cosas positivas. En cambio, he escuchado otras experiencias en las que la Jazz Session se daba en un local subterráneo muy pequeño; por lo que no era tan agradable. Así que, sin generalizar, pero aprovechando la buena experiencia, puedo recomendar que el próximo miércoles todo el mundo se acerque a Hackester Mark (líneas 5 y 7 de S-bahn hacia Spandau y Wannsee respectivamente) o a Weinmeisterstraße (línea U8 de metro) y busque el bemol saliente en la calle Rosenthaler Straße 13. Ahora, si el concierto empieza a las 21 ¡allí a las 20:30h si se pretende encontrar sitio para sentarse!