A medio camino entre la Costa Azul e Italia se encuentra Córcega, la isla que vio nacer a uno de los personajes más importantes del S.XVIII: Napoleón Bonaparte. Llamada “L’Île de la beauté” (isla de la belleza) debido a sus impresionantes paisajes, tiene un rico patrimonio natural y cultural que encandila al visitante desde el primer momento que planta un pie en tierra.
Playas vírgenes de aguas cristalinas y arenas blancas, bosques frondosos, desiertos, montañas… una naturaleza basta y salvaje que los corsos tienen a orgullo haber defendido de la explotación inmobiliaria. En Córcega no hay monstruosos complejos hoteleros a borde de mar, tampoco rascacielos de apartamentos para el veraneo, ni siquiera hay grandes urbes: Ajaccio, su capital, no supera los 65 mil habitantes.
Córcega es isla de pueblos de montaña, de iglesias románicas construidas en piedra en dónde los ancianos del lugar aún veneran a los santos locales en tallas de madera y casaca de hilo. Los paeses di montagna como Venaco, Vivario o Montifao, en el interior de la isla.
La isla ofrece diversión a todos los públicos: los amantes de la naturaleza podrán perderse con las numerosas rutas y los bellos paisajes del Valle de la Restonica o la sierra de Tavignanu, en Corte. Visitar los lagos de Melu y Capitellu o el Scandulaghja (el arco de Corte) merecen la caminata por la impresionante vista del lugar.
Si lo que se busca es playa, las opciones se diversifican: la región de Balaña (Balagne), al noroeste de la isla, es un verdadero paraíso. Cada mes de julio, sus playas se llenan de jóvenes de todo el mundo venidos para disfrutar del festival de música electrónica “Calvi on the Rocks” celebrado en la ciudad del mismo nombre desde hace ya 13 años.
Calvi e Ile Rousse configuran las dos ciudades más importantes de la Balagne corse, pero existen otros pequeños rincones menos conocidos y no por ello menos impresionantes. Los pueblos de Pigna, Sant’Antonino, Lumio o el sitio protegido de “Punta di Spanu”, son buenos ejemplos que dejarán al turista con la boca abierta.
Yendo al otro extremo de la isla, en el sur, el lujo nos invade y el color turquesa de las aguas casi nos ciega. Porto-Vecchio combina los enormes yates y el turismo más exclusivo con numerosas playas de anuncio que, eso sí, suelen llenarse bastante en temporada alta. La playa de santa Giulia o la de Palombaggia harán las delicias de los veraneantes más selectos.
Menos lujoso pero no menos impresionante es el pueblo de Bonifacio, encalado entre los acantilados de piedra y que, en los días de sol, parece brillar con cada reflejo del sol. Como curiosidad quizá quieran saber que el reino de Bonifacio perteneció a la Corona de Aragón, herencia de la que aún persiste una de las mayores atracciones del pueblo: las escaleras del rey de Aragón.
Seguimos bordeando la isla y llegamos a su extremo oeste, una de mis partes favoritas de Córcega: la parte formada por la reserva natural de Scandola, Porto y Piana.
La reserva natural de Scandola es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 1983 y es visitable gracias a los cruceros que zarpan cada día de las ciudades de Calvi, Ajaccio y Porto (alrededor de 35 euros por persona)
Presidida por una de las típicas torres genovesas, la ciudad de Porto se ha convertido, junto con Piana, en uno de los puntos más turísticos de la isla. Cada día recibe miles de visitas y la proliferación de bares, restaurantes y negocios de alquiler de barcos pueden hacer un poco agobiante la visita en plena temporada alta, dado al pequeño tamaño del pueblo.
Misma recomendación para Piana: sus impresionantes calanques o acantilados, decorados con caprichosas formas gracias al designio de la naturaleza (una de las postales más típicas es el dibujo con forma de corazón en una de sus piedras), la carretera que une Porto con el municipio de Piana, bordeando los acantilados, es muy estrecha y suelen organizarse caravanas debido a los autocares de viajes organizados. Sin embargo, es una visita tan impresionante que, si no tienen otra ocasión de visitar fuera de temporada, bien merece la espera.
No puedo acabar este viaje por la isla corsa sin repasar su gastronomía local: sus productos distraerán nuestro estómago y harán las delicias de nuestro paladar. El figatellu (embutido hecho a base de cerdo), el fiadone (postre hecho a base de harina de castaña), la mermelada de mandarina, la miel, el brocciu (queso sin fermentar típico de Córcega), o los migliacci (deliciosas tortillas crujientes hechas a base del ya citado brocciu) son solo algunos ejemplos de los productos corsos.
Tampoco moriremos de sed, de hecho, deberemos ir con cuidado con las bebidas típicas de Córcega pues, como suele ocurrir en las bebidas típicas de todos los países, ¡contienen alcohol! Os propongo comenzar con un muscat pétillant (bebida muy popular entre las mujeres corsas, de sabor dulzón y apariencia semejante al champagne), un Cap Corse (licor aperitivo hecho a base de hierbas aromática y naranja), o una cerveza (la Pietra, hecha a base de castaña, es la cerveza corsa por excelencia). Regar el almuerzo o la cena con cualquiera de los vinos de denominación de origen y terminar con un chupito digestivo de licor de Cédrat (hecho a base de cidra, una fruta de apariencia parecida al limón).
Córcega es una maravilla de 8.680 km2, un tesoro del mediterráneo que hechiza al visitante y le deja siempre con ganas de más. A isula magica, la isla mágica: un paraíso imposible de describir en un solo artículo. Como se suele decir: no basta con contarlo, hay que vivirlo.
Desde el verano de 2014, la aerolínea Vueling opera vuelos en temporada alta (junio-septiembre) entre Barcelona y Bastia.