Uno de los problemas, más significativos, que confrontaron los estudiosos de la historia diplomática estadounidense hasta comenzada la segunda mitad del siglo XX fue la falta de un acercamiento o una explicación cultural donde se analizaran los distintos aspectos del desarrollo de las relaciones internacionales de este país La política exterior estadounidense puede ser considerada, por haber sido la primera surgida con el inicio de la “política de la rama de olivo“, una tentativa de parte del nuevo país americano para reconciliarse con Gran Bretaña. Durante la Revolución estadounidense, los Estados Unidos establecieron relaciones con varias potencias europeas: Francia, principalmente, España y los Países Bajos por intervenir en la guerra contra Gran Bretaña, un enemigo mutuo. En el período siguiente, Estados Unidos osciló entre una política y sea o pro-francesa o pro-británica. En general, los Estados Unidos permanecieron a distancia de las discusiones europeas, enfocándose en la extensión territorial en Norteamérica. En el momento del nacimiento de los Estados Unidos observamos como la recién nacida nación liberal, enemiga del absolutismo, busca el apoyo de Francia, entonces un emporio del absolutismo. Pronto observamos como en el desarrollo de la vida de las naciones, las exigencias de la política exterior hace extraños amigos. La forma de ver los asuntos internacionales por la diplomacia estadounidense no apareció de golpe ni por una inspiración repentina. La política exterior que se practicaba al comienzo de la república iba orientada a fortalecer la independencia de la nueva nación, para ello se manejaron, debido a la falta de amenaza real, los equilibrios de poder europeos. Sus hábiles oficios hicieron no sólo mantener su independencia ente Francia y Gran Bretaña sino aumentar sus territorios. Podríamos decir que tanto en la teoría como en la práctica, los conceptos básicos de la política exterior de los EEUU, se han sustentado en una serie de matices que podríamos constatar cómo imperativo legal que, desde su creación en el siglo XIX, se han mantenido con la misma estructura original. Esos imperativos y sus distintas etapas en esa política exterior, se harían mención  en un particular vocabulario político en el que Estados Unidos habría definido las consignas de cada período. Los Imperativos serían:

1. El excepcionalismo norteamericano, que convertiría a Estados Unidos en el faro donde poder guiar sus políticas para el resto del mundo. Funciona como un esquema de justificación de una política exterior de cruzada.

2. Una moral ascética, amparada en los principios de los “Padres Fundadores” y en las expectativas de los “Padres peregrinos” que llegaron a bordo del Myflower en 1620

3. Una democracia liberal, que primero podríamos analizar su paso por un periodo semidirecto que dirimía las disputas en forma asamblearia, entre iguales, y luego se acabaría estableciendo como un conjunto de procedimientos que marcarían las reglas del régimen político.

4. El republicanismo constitucional que nace en EEUU, alejado de toda forma monárquica que mantienen en su momento excepto Francia las monarquías europeas. De esa constitución nacerá un poder controlado que garantiza la libertad individual.

Durante las guerras napoleónicas, la diplomacia norteamericana descubrió los beneficios de la neutralidad como arma de negociación. Los EE.UU. desde sus comienzos buscaron la expansión territorial, así, después de 1794, se fijaron las fronteras con Canadá y Florida a favor de los EE.UU. Así mismo, el río Mississippi se abrió al comercio norteamericano, terminando con la compra de Luisiana a Francia en 1803 (Napoleón lo justificó para crear un enemigo contra Gran Bretaña) que llevó a posteriores reclamaciones territoriales en Florida y Tejas a los españoles. James Monroe no vio contradicción alguna en justificar la expansión territorial hacia el oeste, pues era condición necesaria para que los EE.UU. fuera una gran nación. Estados Unidos a los pocos años de obtener su independencia de Inglaterra, ya mostraba las bases de sus tres objetivos a seguir como nación. Primero, instaurar en Latinoamérica como su área de influencia, segundo, expandir sus límites territoriales hacia los cuatro puntos cardina-les del continente americano, y en último objetivo, convertir y mantener a América Latina como su punto de comercialización más importante. En el siglo XIX EEUU se convierte en una gran potencia industrial y militar. La expansión territorial llevada a cabo se dirigiría hacia los territorios del oeste y el sur. La expansión territorial es una de las características más importantes del desarrollo histórico de los Estados Unidos. En sus primeros cien años de vida la nación norteamericana experimentó un impresionante crecimiento territorial. Las trece colonias originales se expandieron  hasta convertirse en  un país atrapado por dos océanos. Como veremos, este fue un proceso complejo que se dio a través de la anexión, compra y conquista de nuevos territorios. Es necesario aclarar que la expansión territorial norteamericana fue algo más que un simple proceso de crecimiento territorial, pues estuvo asociada a elementos de tipo cultural, político, ideológico, racial y estratégico. Este proceso comenzaría con la compra de compra de Louisiana, en 1803, la cual fue negociada por Robert Livingston durante la presidencia de Thomas Jefferson, el territorio fue adquirido de Francia en favor de 15.000.000 de dólares. Una pequeña porción de esta tierra fue cedida al Reino Unido en 1818 a cambio de la cuenca del río Rojo. Más de esta tierra fue cedida a España en 1819 con la compra de Florida, pero fue más tarde volvió a adquirirla a través de la anexión de Texas y la Cesión mexicana. Estas tierras del norte de Mexico fueron capturadas en la guerra mexicano-estadounidense en 1846-48, y cedidas por México en el Tratado de Guadalupe Hidalgo, donde México estuvo de acuerdo a la cesión de los estados fronterizos de Estados Unidos con excepción de la última compra de Gadsden. Los Estados Unidos pagaron $ 15 millones y accedieron a pagar las reclamaciones hechas por ciudadanos estadounidenses contra México, que ascendieron a más de $ 3 millones (equivalentes a $ 70 millones en la actualidad).

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