Señor González, puede que usted no lea esta carta jamás, pero no por ello voy a sustraerme al deseo de decirle lo que pienso, hoy que las nuevas tecnologías, me permiten hacer público algo que, de otro modo, no pasaría del carácter privado.

No puedo decir que los huesos de mi padre se revolverían en su tumba si supiesen en lo que usted se ha convertido, porque mi padre fue incinerado, y, por tanto, no tiene sepulcro que lo albergue. Mi padre fue un socialista convencido, luchó y sufrió el castigo que las fuerzas franquistas aplicaron a aquellos que defendieron con valor un régimen legítimamente constituido, un estado republicano del que usted hace tiempo que reniega, como se ausenta de todo lo que tiene que ver con los crímenes del franquismo y la ley de la memoria histórica.

Usted se ha ido despojando de cualquier signo que represente el socialismo, como el que se quita un sombrero, en la medida en que su patrimonio se ha ido incrementando y sus capacidades económicas han aumentado, aparcando algo tan sagrado como son los principios, que es lo poco de valor de lo que un ser humano puede afirmar que es propietario. Sus propiedades son otras y cada vez se van conociendo más, y avergonzando más a la familia socialista, a la que usted, con sus palabras y sus actos, lo único que hace es avergonzarla, lo que le digo “sin acritud”.

Afirmaciones como las de que en el régimen fascista de Pinochet había más seguridad jurídica que en la Venezuela de Maduro, son un insulto a las familias de los millares de muertos y desaparecidos que se produjeron bajo aquella dictadura militar infame. Podría haber buscado usted otro ejemplo, o no poner ninguno, porque se puede criticar un régimen político sin necesidad de ofender a miles de ciudadanos por comparaciones, no desafortunadas, señor González, sino torpes y dañinas. Podía usted haber criticado mínimamente la “Ley mordaza” que el gobierno del Partido Popular ha establecido en nuestro país, en lugar de arrogarse el papel de defensor de pleitos pobres, viajando a Venezuela a blandir la espada quijotesca de lo que no le compete, cuando en este, el país que usted un día gobernó, existen encarcelados por intentar ejercer su derecho a la protesta y la libertad de expresión.

Para colmo de despropósitos, en unos tiempos tan convulsos, después de un período tan desafortunado para la ciudadanía española, como el que ha supuesto el gobierno del Partido Popular, dejando un rosario de desempleados, de precariedades, de recortes económicos en medicina y educación, de la huida masiva de compatriotas en busca de un futuro y una dignidad negada y una corrupción ignominiosa e insultante. Después de todo eso, señor presidente, sale usted a la plaza pública a proponer que el Partido Socialista pacte con los corruptos para que nos vuelvan a gobernar.

Por consiguiente, señor González, debería usted tener el valor y la dignidad, si es que le queda –  lo que le digo también sin acritud – de pedir la baja en el Partido Socialista y el alta en el Partido Popular, que es donde realmente debería usted estar militando. Otros, como usted, al menos tuvieron el valor de hacerlo. Pero usted, parece, que de eso no gasta.

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