Emprendemos hoy la publicación por capítulos de la historia de la dinastía manchú o Qing (清朝, qingchao). La manchú fue la última dinastía imperial que gobernó China. Asimismo fue la más longeva, habiendo gobernado el Imperio del Centro desde 1644 a 1911. No obstante, en este trabajo no pretendemos sino ofrecer una sucinta exposición acerca de tan extenso periodo histórico. Las siguientes líneas presentarán al lector la estructura del trabajo y el contenido de las partes o capítulos que se publicarán próximamente.

Durante la dominación manchú, China sufrió un cambio fundamental desde el punto de vista histórico, puesto que a partir del año 1840, y con la Guerra del Opio como causa, la historia china finalmente franqueó el paso a la Historia Moderna (近代, jindai). Precisamente por ello, y teniendo en cuenta el punto de inflexión que representa la Guerra del Opio, hemos decidido dividir la historia de la dinastía Qing en dos partes, antes y después de 1840, división que además es la habitual en los libros de historia de la República Popular China. No obstante, como preámbulo a la narración de la conquista y dominación manchú sobre el Imperio del Centro, hemos creído conveniente la inclusión de sendos puntos dedicados al origen y desarrollo del pueblo manchú o yurchen, más una breve exposición del ocaso de la dinastía precedente, la dinastía Ming, y su resistencia a la imparable invasión manchú.

El capítulo titulado los «Grandes emperadores manchúes» es el más importante de la primera parte sobre la historia dinastía Qing, ya que durante su reinado, China alcanzó el máximo desarrollo económico, político y militar de su historia. En efecto, fue durante los reinados de Kangxi, Yongzheng y Qianlong (康熙, 雍正, 乾隆) cuando China extendió su influencia hasta límites nunca vistos: se conquistó el Tíbet, Mongolia (tanto la Mongolia Interior como la Exterior) y todo el Turquestán Oriental, que a la sazón no solo incluía el Xinjiang, sino también las actuales repúblicas del Asia Central. Durante el reinado esos tres emperadores, China no solo expandió sus fronteras y acrecentó su influencia geopolítica, sino que las artes y la cultura alcanzaron también altas cotas de refinamiento, llegando al cenit durante el reinado de Qianlong.

Por lo que respecta a las relaciones internacionales, la primera mitad de la dinastía Qing conoció la mejor época de relaciones con Occidente, pues los primeros jesuitas que llegaron a la corte manchú lo hicieron con el ánimo de ganarse al emperador mediante el diálogo y el respeto, en contraste con lo que sucedió a partir de 1840.

La segunda parte sobre la historia de la dinastía Qing empieza con la Guerra del Opio. Con ella comienza también el ocaso inexorable de la dinastía, que, a causa de la corrupción generalizada en el seno de la corte y en el mandarinato, sumirá a China en una etapa continua de guerras tanto internas como de agresión extranjera. Así pues, y por orden cronológico, en la segunda parte de historia trataremos las dos guerras del Opio, la rebelión Taiping y los dos movimientos reformadores impulsados por la corte, el Movimiento de Extranjerización y la Reforma de los 100 días, el primero de carácter reaccionario y el segundo auténticamente progresista, los cuales, debido a su fracaso y a la bulimia depredadora de las potencias coloniales, tuvieron como corolario la rebelión Bóxer en 1900.

Si bien el objetivo principal de este trabajo es la narración de la historia de la dinastía Qing, también dedicaremos sendos capítulos para relatar la administración, la economía, las relaciones con Occidente y la cultura durante el gobierno manchú. Dichos capítulos completarán la información histórica presentada en los anteriores y proporcionarán al lector una visión de conjunto sobre la última dinastía imperial china.

Por último, en el último capítulo presentaremos algunos datos que versan sobre el mundo de la traducción durante la dinastía manchú, por ser la traducción el campo de formación del autor. Al contrario de lo que cabría pensar, la profesión de traductor no aparece en la dinastía Qing a partir del contacto entre China y Occidente, sino que forma parte de la idiosincrasia de la propia dinastía, que, huelga decirlo, fue multicultural y multilingüe desde su advenimiento.

A pesar de no poder avanzarles el número total de partes en las que se dividirá el trabajo ni cuándo serán publicadas, procuraremos que lo sean con carácter bisemanal. Emplazamos a los lectores interesados a mantenerse a la espera de las próximas entregas, en este mismo medio.

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