Puedes leer la primera parte aquí.
HISTORIA (1644-1840)
Origen del pueblo manchú
El pueblo manchú tiene sus orígenes en las tribus yurchen establecidas en el nordeste de China y que llegaron a fundar la dinastía Jin (1115-1234). El pueblo yurchen estaba formado por tribus de lengua tungús (familia altaica) que habitaban en las actuales provincias chinas de Heilongjiang y Jilin. Fueron derrotados por los mongoles en el siglo XIII y se vieron obligados a instalarse en el sur de Manchuria, en la actual provincia de Liaoning. En el siglo XVI, Nurhaci, jefe de una de las tribus yurchen, unió a todas las tribus manchúes para luchar contra los chinos, quienes hasta entonces los habían logrado mantener separados.
Nurhaci unió a las tribus manchúes bajo un sistema de banderas o estandartes. Todos sus súbditos se dividían en cuatro unidades administrativo-militares llamadas Qi (bandera). Posteriormente, tras la conquista de China, hubo un total de ocho banderas. Cada bandera contaba con un número determinado de militares y sus respectivas familias, además de artesanos, siervos y esclavos. En 1616, Nurhaci se autoproclamó emperador y llamó a su dinastía Jin posterior, en honor al primer imperio Jin del siglo XII. En 1625 estableció su capital en Mukden, la actual Shenyang.
El hijo de Nurhaci, Abahai (1592-1643) conquistó la región de Liaoning y llegó hasta el paso de la Gran Muralla o Shanhaiguan. En 1635, Abahai cambió el nombre de su pueblo, hasta entonces llamado yurchen, por el de manchú (满族, manzu). Un año después, Abahai decidió emplear el término Qing (puro o pureza en chino) como título o divisa de gobierno de su dinastía y se proclamó emperador. Fue a partir de entonces cuando los manchúes empezaron a ambicionar la conquista de toda China. Esta no se hizo sin previa preparación, todo lo contrario. Desde su conquista de la provincia de Liaoning, los manchúes habían creado un gobierno y una administración propia, basada en la administración de la dinastía Ming, con la ayuda de muchos chinos que trabajaban para ellos.
El ocaso de los Ming y la conquista manchú
En las postrimerías de la dinastía Ming, durante el reinado del emperador Chongzhen, la situación del pueblo chino era insostenible. La corte derrochaba muchísimo dinero y el emperador, controlado por los eunucos, se desentendía de los asuntos tanto políticos como financieros. Para mantener las arcas del Estado, el gobierno Ming impuso medidas draconianas para recaudar más dinero de campesinos, artesanos y mineros. A partir de 1636, todos los grupos de descontentos que habían aparecido en China a causa de la insoportable presión fiscal se unieron bajo el mando de Li Zicheng, quien aconsejado por funcionarios de la academia Donglin, no solo decidió capitanear la revolución hasta provocar la caída del régimen, sino que fundó una efímera dinastía de la cual fue el primer y único emperador. Cuando Li Zicheng conquistó Pekín, Wu Sangui, el general Ming a cargo de la defensa del paso Shanhaiguan, solicitó ayuda a los manchúes para aplastar la rebelión y recuperar la capital de manos de las huestes de Li Zicheng.
El general Wu permitió la entrada en China a los manchúes porque estos le habían prometido retirarse una vez la rebelión fuera derrotada. En 1644, los manchúes tomaron Pekín y persiguieron a Li Zicheng y a sus seguidores hacia el sur. Los manchúes, que disponían de muchos letrados chinos y estaban familiarizados con la cultura china desde hacía años, supieron ganarse la aceptación del pueblo chino al principio, puesto que devolvieron el orden a un país destruido por la revolución encabezada por Li Zicheng. El primer emperador manchú en subir al trono en China fue Shunzhi. No obstante, debido a su corta edad tuvo que delegar el poder al regente Dorgón.
A pesar de la conquista de Pekín en 1644, la invasión manchú del territorio chino no supuso la desaparición automática de la dinastía Ming, sino que esta resistió al invasor durante algunos años, hasta su claudicación definitiva cuando los últimos resistentes Ming que habían huido a Taiwán decidieron someterse al emperador Kangxi.
La resistencia Ming
Hacia 1646 casi toda China ya estaba dominada por los manchúes. Solo en el sur del país se creó una bolsa de resistencia comandada por un heredero al trono Ming, el príncipe Gui. El general Wu Sangui, ya sin ambigüedades al servicio de los manchúes, ayudado por otros dos generales Ming, Shang Kexi y Geng Jimao, se encargó de liquidar dicha resistencia.
Taiwán fue el último lugar donde se resistió al invasor. La resistencia fue protagonizada por un pirata reconvertido a héroe popular por su fidelidad a la dinastía Ming: Zheng Chenggong (1624-62). Zheng recibió el sobrenombre de Coxinga por los holandeses.
Zheng Chenggong luchaba contra los manchúes en las costas de Fujian. Debido a la presión manchú tuvo que refugiarse en Taiwán, pero para ello tuvo que expulsar a los holandeses primero. En 1683, durante el reinado de Kangxi, los manchúes conquistaron la isla, que a partir de entonces formó parte del Imperio del Centro. Mientras tanto, los generales chinos que trabajaron para los manchúes crearon sus propios estados feudales, al margen del poder de Pekín. Cuando los manchúes decidieron poner fin a esa situación, aquellos se alzaron en armas contra sus nuevos señores. Comenzó la rebelión de los llamados «tres feudatarios». Tras arduas batallas, los manchúes vencieron y enterraron cualquier posibilidad de retorno de la dominación china.
Relaciones entre chinos y manchúes
Es motivo de controversia entre los historiadores por qué la dinastía Qing pervivió durante casi 300 años, teniendo en cuenta que los manchúes sólo representaban el 2 % de la población y el poco éxito que tuvieron los invasores precedentes, como los Mongoles, quienes apenas mantuvieron su dominación sobre China durante un siglo.
Algunos ven la causa en el hecho de que los manchúes supieron ganarse el favor de las elites chinas porque repartieron los puestos de poder entre ellos y los chinos, y sobre todo porque adoptaron incondicionalmente la ideología confuciana.
Sin embargo, también existen quienes creen que la sociedad china bajo el gobierno manchú estaba basada en el uso de la represión y la coerción, y que los chinos sufrían una gran discriminación, ya que no podían casarse con mujeres manchúes, no podían vivir en Manchuria y debían afeitarse el cráneo y dejarse una humillante coleta. Además, en las ciudades existía la segregación racial, con barrios separados para chinos y manchúes. No obstante, la historia coincide en presentar a la dinastía Qing como una época en la que se mantuvo un equilibrio entre el uso de la fuerza y gestos conciliatorios con la población china.
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