Las vacunas son “lo más cercano que tenemos a un milagro de la medicina moderna.” Estas son las palabras de Sue Desmond-Hellman, directora general de la Fundación Bill y Melinda Gates. La comunidad científica está de acuerdo. Expertos recientemente clasificaron a las vacunas como el avance número ocho entre Los 50 Avances Más Grande Desde la Rueda– adelante incluso, de inventos como el Internet, los servicios sanitarios, y el automóvil.
Las vacunas son un paso importante en el progreso humano: evitan la muerte de 2 a 3 millones de niños cada año, y desde la década de 1950 han ayudado a aumentar la esperanza de vida global en más de veinte años. Se hacen posibles estos logros notables mediante el aprovechamiento de los poderes internos del cuerpo humano. Las vacunas permiten al sistema inmune luchar contra llamados patógenos, bacterias y virus que causan enfermedades. El material en una vacuna que pone en marcha la respuesta inmune es una parte debilitada o muerta de un patógeno específico que nos enferma. La exposición a agentes patógenos a través de la vacunación prepara al sistema inmunológico para reconocer, recordar, y atacar a las bacterias y virus que causan una amplia gama de enfermedades que amenazan la vida. Una vez que el cuerpo tiene memoria de un patógeno, ya sea desde la recepción de una vacuna o recuperándose de una infección previa, una persona tiene un alto grado de protección para evitar a que se enferme con ese patógeno específico. Este proceso de creación de la inmunidad y la memoria inmunológica se denomina inmunización.
No fue hasta finales de 1700 que la vacuna moderna nació cuando el médico británico Edward Jenner descubrió un método eficaz para proteger contra la viruela. El procedimiento fue similar a la variolación, pero Jenner, con la ayuda de su vaca (cariñosamente llamada Blossom), descubrió que los seres humanos podrían alcanzar de forma más segura la inmunidad a esta enfermedad por la exposición al líquido de las llagas de viruela de las vacas. Tanto la viruela y el cow-pox son causadas por virus que están muy relacionados, y los virus son tan similares que el cuerpo puede lograr la inmunidad a la viruela, aprendiendo a atacar el virus de la cow-pox. Jenner llamó a su procedimiento “vacunación“, de la palabra latina para la vaca.
La práctica de la vacunación contra la viruela se expandió durante la década de 1800, y el desarrollo de vacunas avanzaba mientras las primeras vacunas contra la rabia, la fiebre tifoidea, la difteria y la tuberculosis se desarrollaron en el año 1900. La aparición de los programas de vacunación, como los conocemos hoy, comenzaron en los años 1950 y 1960, cuando se inició la vacunación masiva para prevenir la poliomielitis y el sarampión en los EE.UU. Otro hito en la historia de la vacuna fue en 1974, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) inició el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) para vacunar a los niños de todo el mundo contra enfermedades tales como la difteria, la poliomielitis, la tuberculosis, la tos ferina, el sarampión y el tétanos. El desarrollo de vacunas procedió lentamente a partir de entonces, pero recientemente ha comenzado a acelerar, y hoy tenemos vacunas que protegen contra una variedad de enfermedades infecciosas, como la varicela, la meningitis, la neumonía, el virus del papiloma humano, y el rotavirus. Hay varias vacunas candidatas prometedoras en desarrollo y el mundo podrá muy pronto tener vacunas para prevenir la malaria y el dengue, así como el VIH y el ébola. La OMS actualmente recomienda que los niños menores de un año de edad reciban nueve vacunas diferentes, con la inclusión de una serie de otras vacunas recientes. Además, el Plan de Acción Mundial sobre Vacunas 2011-2020 de la OMS promueve vacunas más allá de la infancia, lo que subraya la importancia de la vacunación de los adolescentes contra el virus del papiloma humano, que causa varios tipos de cáncer, y de la vacunación materna contra el tétanos y la difteria.
Esta expansión de las vacunas es un paso de gigante para la salud pública, pero muchos niños todavía no pueden y/o no reciben las vacunas recomendadas por diversas razones que se tratarán en las siguientes entregas de artículos de esta serie. Según la OMS, 1,5 millones de niños mueren cada año por enfermedades prevenibles por vacunación y en 2013 había más de 20 millones de niños que no recibieron las dosis recomendadas de una vacuna combinada para prevenir la difteria, el tétanos y la tos ferina. Más de dos tercios de estos niños viven en diez países, principalmente en África y Asia, lo que pone de relieve las desigualdades en el acceso a las vacunas debido a la mala infraestructura, así como los retos en las capacidades del sistema de salud, logística y calidad del servicio.
En los países más desarrollados, existe un escenario que contrasta con entre algunos padres de familia que deciden no vacunar a sus hijos debido a sus preocupaciones, a menudo debido a la desinformación, sobre complicaciones de salud relacionadas con la vacuna y la sospecha hacia la industria de las vacunas.
Las comunidades científicas y de salud pública han logrado mucho con respecto al desarrollo y la disponibilidad de las vacunas. Sin embargo, la falta de recursos, el débil compromiso político y la inestabilidad, y la abstención de la vacunación amenazan nuestra capacidad para alcanzar los objetivos mundiales para la cobertura de vacunación y control de enfermedades. En el lado positivo, la comunidad sanitaria mundial está tomando medidas positivas para asignar más recursos a la administración de la vacuna, y está desarrollando una nueva batería potente de vacunas. De esta manera, se está posicionando para evitar una gran cantidad de sufrimiento evitable, así como la muerte prematura, para impulsar mayores avances en la salud humana y el bienestar.