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VENEZUELA. Hacerse cargo de la Revolución Bolivariana de Chávez no iba a ser una tarea fácil y desde luego no ha sido así para Maduro: Venezuela es un país políticamente dividido, su economía está por los suelos y la corrupción es un problema en aumento.

Maduro ha afirmado estar luchando contra una «guerra económica» y ha desplegado tropas militares para hacer cumplir la reducción de precios de los productos. Hace dos semanas, se le concedió la petición de un poder anual para gobernar por decreto en materia económica y en la lucha contra la corrupción. Venezuela necesita medidas urgentes que lleven al país a una mejor situación tanto política como económica. Sin embargo, Maduro afirmó que la prestación de dichos poderes presidenciales era necesaria para combatir la corrupción y el «sabotaje» económico, del cual culpa a la oposición y a los Estados Unidos.

Su opositor político, Henrique Capriles, ve la extensión del poder de Maduro como una «maniobra con fines electorales», aprobada por la Asamblea Nacional a menos de tres semanas de las elecciones municipales, en las que la oposición política venezolana tiene la esperanza de que la opinión pública muestre una clara actitud negativa hacia el gobierno de Maduro.

La Mesa de la Unidad Democrática considera esta ley un medio para la «persecución» de los patrocinadores financieros legales de la oposición y un modo de hacer que parezca que el gobierno no tiene la culpa de la crisis económica. Por otra parte, Maduro podría haber pedido esta mayor autoridad con la única intención de reformar la economía por decreto y hacer lo que cree que es mejor para Venezuela en estos momentos. Sin embargo, se enfrenta a la disidencia dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela y su solicitud de un mayor poder también puede ser vista como una forma de consolidar su posición dentro del movimiento chavista.

En muchos sentidos, Maduro continúa el discurso populista de su predecesor. Continúa la campaña de Chávez contra los medios de comunicación, su discurso es constantemente difuso y ha solicitado una mayor autoridad con el fin de crear un «nuevo orden económico» y una «nueva ética republicana». Está implicado en la misma misión revolucionaria bolivariana en la que estaba Chávez y se cree estar luchando contra una alianza corrupta de los opositores políticos e imperialistas extranjeros, tal como lo hacía Chávez. Maduro ejemplifica la misma paradoja que Chávez, es decir, la capacidad de utilizar los ideales democráticos para cuestionar las prácticas democráticas fundamentales. «Me han dado un puño de hierro», declaró cuando se firmó la ley que le otorga el poder para gobernar por decreto.

Simón Bolívar era la fuente de inspiración directa de Chávez: la figura del héroe, una imagen atemporal sin un contenido real y claro de sí misma y eso se puede aplicar a diferentes contextos sociales. Chávez utilizó a Bolívar como un símbolo de la unificación del pueblo venezolano a través de una historia compartida, la lucha de Bolívar se convirtió en su propia lucha y, en última instancia, la del pueblo venezolano. En otras palabras, una lucha eterna.

Si bien históricamente no un fenómeno inusual en la política venezolana, bajo el mandato de Chávez, la idea se volvió excesiva. No parece haber ninguna duda de que Maduro continuará la retórica bolivariana, pero la pregunta es si va a sustituir a Bolívar por Chávez. Al fin y al cabo, estamos hablando de un hombre que de vez en cuando duerme al lado de la tumba de Chávez para reflexionar sobre diferentes cuestiones y afirma haber visto su imagen en un pequeño pájaro en señal de bendición mientras rezaba. Sin lugar a dudas, Maduro aceptó una gran responsabilidad y una tarea muy difícil cuando asumió el cargo. Sin embargo, estaría bien ver más al Maduro político y no solo al fantasma de Chávez.

En última instancia, las elecciones del 8 de diciembre de 2013 serán una prueba para la democracia venezolana. ¿Puede la gente votar libremente para derrocar a un gobierno impopular? Maduro recibiría muchas críticas tanto dentro de Venezuela como del exterior si suspendiese o manipulase las elecciones y, con suerte, será lo suficientemente inteligente como para no hacerlo. Mientras que el gobierno de Maduro puede considerarse opuesto a una comprensión pluralista de la democracia, Venezuela es, al menos en gran medida, un país democrático. No obstante, esto no cambia el hecho de que la cosmovisión maniquea del Chavismo deja poco o ningún espacio para pensamientos opuestos.

— Traducción: Tania Carril.