TAILANDIA. Este pasado domingo 2 de febrero tuvieron lugar las elecciones generales convocadas en Tailandia, país inmerso en una profunda crisis política desde hace meses. Estas elecciones vienen marcadas por la extrema polarización política y social, que enfrenta a la élite tradicional y la creciente clase media.

La oposición, que prometió no impedir el acceso a los colegios electorales ni boicotear los comicios, ha incumplido su palabra, impidiendo el voto en 42 circunscripciones de un total de 375, la mayoría en la capital Bangkok y en las provincias del sur del país, donde son fuerza mayoritaria. Por el contrario, en las provincias del norte y noreste del país se pudo ejercer el derecho a voto con normalidad.

En una jornada marcada por dicho boicot, la mayoría de la población inscrita en estos comicios, sí que ha podido acudir a las urnas, incluida la primera ministra, Yingluck Shinawatra. Según la Comisión Electoral, no ha habido resultados al cierre de los colegios, precisamente por la imposibilidad de ejercer el derecho a voto de una parte del electorado, siendo pues insuficiente el número de escaños electos para formar un nuevo parlamento. La primera ministra, Yingluck Shinawatra, pide que se repitan los comicios en aquellas circunscripciones en las que no se han realizado, estableciendo una nueva fecha para la semana próxima. Hasta entonces el Gobierno queda en situación de interinidad.

En las provincias sureñas no reinó en absoluto la normalidad. La fuerte presión del Partido Demócrata, dominante en la región, impidió que se presentasen candidatos y los manifestantes dificultaron la entrega de papeletas en los colegios. Muchos de los funcionarios que debían encargarse de las mesas electorales, no se personaron.

A pesar de todos estos contratiempos, la Comisión Electoral cifró en 45,84% la participación de los 44,6 millones de tailandeses censados. Con estos datos, según el ministro de Trabajo tailandés, el partido hasta ahora gobernante habría obtenido entre 265 y 289 escaños de un total de 500. Sin embargo, el Parlamento no puede formarse debido a la necesidad de lograr un quórum del 95% sobre los 500 escaños.

El líder de la oposición, Abhisit Vejjajiva, ha confirmado que prepara un recurso judicial contra unas elecciones que a su juicio son ilegitimas y que no reflejan la voluntad del pueblo y de la Constitución. Debido al historial de golpes de Estado en este país, no es descartable, en mi opinión, un golpe de Estado judicial, que podría incluso inhabilitar a los dos partidos principales e instaurar un gobierno militar, tal como ocurrió hace menos de diez años.

En el 2006 – tras cinco años de gobierno del Puea Thai-, tuvo lugar un golpe de Estado militar, seguido de un golpe de Estado judicial dos años después, con Thaksin Shinawatra a la cabeza, y que terminó con un su auto-exilio en Dubai, desde dónde se dice que Thaksin dirige la carrera de su hermana.

Según el experto David Streckfuss,  se podría llegar a la misma situación que en 2006, con una anulación de las elecciones por parte del poder judicial. No hay que olvidar además que Yingluck Shinawatra está siendo investigada por la comisión anti corrupción por un polémico programa de ayuda a los productores de arroz. En el supuesto de que esta investigación saliese adelante, se daría un caso de vacío político que el Senado podría reemplazar, según apunta Streckfuss.

Se plantean pues dos escenarios

• Un escenario optimista, en el cual Yingluck Shinawatra, la Primera Ministra saldría reforzada de los comicios, aún teniendo que esperar meses para los resultados definitivos.

• Un escenario pesimista, en el cuál la intervención judicial acabara con un vacío de poder y un posterior Coup d’État.

Según Rajiv Biswas, en caso de un golpe de Estado, el analista prevé una réplica contundente de los “camisas rojas” (sector de la población pro Puea Thai), así como de los defensores del Partido de la Democracia.

Tendremos que seguir muy pendientes del desarrollo de los acontecimientos políticos y sociales de Tailanda puesto que una prolongación de esta crisis, o el eventual advenimiento de mayores revueltas, tendrán unas nefastas repercusiones en la desarrollo económico del país. Esta crisis amenaza con tirar por la borda todos los esfuerzos de Tailandia por convertirse en puente entre China y los demás países miembros de ASEAN, lo que también constituye un aspecto a tener en cuenta en la estabilidad regional.