BERLÍN, ALEMANIA. En Irlanda es St Patrick’s day, en Estados Unidos es el 4th of July y en Pisa es la Luminara pero ¿Cuál es la mayor celebración en Berlín?
El uno de mayo, Berlín se viste de colores y los berlineses salen a la calle. Hablamos de un despliegue cultural, político y social con el que pocos otros eventos pueden competir.
Completos desconocidos se abrazan al descubrir que vienen del mismo país; una niña agita una flor de plástico desde su asiento privilegiado en los hombros de su padre, dos ancianos comen cus-cus sentados en un bordillo mientras mueven la cabeza al ritmo de la música reggae y un grupo de estudiantes erasmus agita banderas de colores desde la ventana de un edificio.
Por un día, los ciudadanos de Berlín olvidan la rutina y se dejan llevar por la masa de gente que recorre la ciudad y el ambiente festivo que inunda las calles. El uno de mayo, día del trabajador, Berlín festeja.
Kreuzberg, un barrio tradicionalmente identificado con inmigrantes y familias turcas, es el anfitrión de esta gran celebración internacional. Los escenarios callejeros acogen artistas de todas partes de la ciudad y los comercios cercanos abren sus puertas y sacan a la calle la mejor versión de sus productos. La cerveza abunda, los creps de chocolate tientan a los más golosos y los kebab mantienen vivo el sabor tradicional de Berlín.
Durante las horas de luz, el barrio de Kreuzberg se llena de color y Görlitzer Park vibra con las risas de la gente que aprovecha para tumbarse al sol. Sin embargo, al caer la tarde, el ambiente empieza a mutar; los camiones de la policía esperan pacientes en los alrededores de Herman Platz y los antidisturbios se ponen el casco como si ya supiesen que les va a hacer falta. La misma intensidad que promovía la fiesta lidera ahora las manifestaciones.
El uno de mayo es un día de fiesta, pero también es una tarde de reivindicación. Desde hace décadas, los anarquistas, la extrema derecha y la extrema izquierda salen a la calle a defender sus ideales. Para aquellos que no quieran verse envueltos en un mar de gritos y carteles, la caida del sol se convertirá en el toque de queda. Nunca es buena idea ser el último en abandonar la fiesta.
— Ana Montalvo