Justo en medio de Thailandia, Birmania y Laos se encuentra un pedazo de tierra en medio del río Mekong que une fisicamente las tres naciones. La historia del triángulo del oro empieza aquí. Desde 1600 se usó como un ‘no man’s land’ para la venta lucrativa del opio (de donde se sacan la morfina y heroína). Fue en este lugar que en un principio los traficantes  usaban el oro para pagar las compras de la droga. A buen recaudo, igual que sus vidas.

Nuestra historia en cambio empieza en el pueblo de Ho Mong, perdido entre las montañas al límite de Birmania. Era en 1990 no más que una pequeña aglomeración de casas de madera y hojalata. La moneda era el baht thailandés, los coches viajaban en la parte izquierda de la carretera como en Thailandia y poseía una sola estrúctura blanca, de ladrillos, rodeada por campos de tenís y jardines.

Ésa era la casa de Khun Sa, al que universalmente se le conocía como “el Diablo” o “Rey del opio”. Hijo de padre chino y de madre Shan, se trata de un personaje enigmático realmente existido. El mayor criminal internacional, cuya historia será narrada en la futura película American Gangster  tuvo hasta el año 1996 bien puesta sobre su cabeza una recompensa de 2 millones de dólares.

¿Business o crimen internacional?

Es una historia que vale la pena contar. En 1988 el periodista australiano Stephen Rice consiguió entrevistar a Khun Sa y lo mismo pasó en 1993 gracias al periodista y escritor italiano Tiziano Terzani, que recibió una invitación para pasar Nochevieja en Ho Mong con “El Diablo” en persona. Sus descripciones y artículos de alto periodismo nos dejan con una imagen confusa y al mismo tiempo nítida sobre las orígenes del comercio ilegal del opio y de la eroína.

Khun Sa no fue un simple criminal, narcotraficante o señor de la droga. Su mayor objetivo ha sido la liberación del pueblo Shan, relegado en las montañas por el ejército birmano. Antes de todo, representó para su pueblo un leader patriótico del  movimiento armado que luchaba para conquistar la independencia del gobierno birmano, un de los más rigidos en el mundo. De jóven formó parte de una guerrilla armada anticomunista y fue en los años ’60 cuando Estados Unidos, preocupados con  la avanzada del comunismo en Asia, permiten a Khun Sa empezar con la actividad de traficante de droga. El objetivo era financiar las armas de la guerrilla Shan con las ganancias del comercio.  Edgar Buell, agente de la CIA y agricultor en Indiana, se ocupó personalmente de enseñarle las modernas técnicas de agricultura para cultivar el opio.

Fue con Ronald Reagan que el gobierno americano cambió de estrategía y dejó definitivamente de lado la política “la droga para las amas”, haciendo que Khun Sa actuara impune. Los campos de producción se encuentran en Birmania, los laboratorios en Thailandia y Laos. La droga se enviaba por via aerea o naval hasta Hong Kong para poder ser distribuida en todo el mundo. Lentamente, con el pasar de los años, con el olvido y el fin de la Guerra Fría, Khun Sa se convirtió en un criminal internacional.

“Por qué el Occidente, antes de eliminanos,  no considera la idea de ayudarnos con el desarrollo?” dijo el mismo Khun Sa durante la entrevista de Tiziano Terzani, el día 1 de enero de 1994. “La represión sólo sirve a aumentar los precios y a hacer que el tráfico de droga resulte más atractivo”.

Los datos  no le quitaron razón. En 1948 el Triángulo de Oro producía 30 toneladas de opio. En 1988, cuando ya se cumplían operaciones internacionales de policía y muchos intentos de destrucción de los campos de amapolas -con lluvias defoliantes-, la producción llegó a 3000 toneladas. A finales de 1993, los hombres de Khun Sa esperaban una cosecha de 4000 toneladas.  Hasta 1996, año en el que Khun Sa se entregó al gobierno birmano, la producción siguió aumentando de forma esponencial.

En 1988 Khun Sa ofreció a Stephen Rice (e indirectamente al gobierno australiano) la posibilidad de comprar o destruir toda la producción de opio a cambio de ayudas económicas por 300 millones de dólares. Lo mismo hizo una, dos y tres veces con el gobierno estadounidense, en particular dirigiéndose personalmente a Bill Clinton. Australia rechazó y de Washington nunca obtuvo respuesta.

Terzani, el periodista, quedó muy impresionado. “Es un paradojo que el presidente hable directamente con Khun Sa.” admite en su entrevista “pero no es igualmente absurdo que la industria farmacéutica occidental, que necesita cada vez más opio para sus productos, negocie con paises como India para que tripliquen su producción legal cuando hay alguien dispuesto –por lo que dicen- a vender la propia, aunque se defina ilegal?”.

Antes como ahora

Khun Sa resignó en 1996. Los oficiales y miembros de su ejército le acusaban de haber vendido la causa del pueblo Shan al business de la eroína. Con 63 años y enfermo, entregó Ho Mong  a Birmania.

Su desaparición no ha cambiado las cosas. La producción del opio sigue ahora de la misma forma que antes. Leyendo el último informe de la UNODC (Southeast Asia Opium Survey 2013) he podido apreciar dos cosas que impresionan, antes como ahora. En primer lugar la producción ha aumentado en los últimos 3 años, un 26% cada año, especialmente en la zona de Myanmar. En segundo lugar, el informe especifíca que los cultivadores lo hacen porque “it’s the only way we have to survive”. La enterevista de Terzani con Khun Sa lo dejó claro ya hace casi veinte años: “Nos encantaría cultivar otras cosas- mangos por ejemplo- ser traficantes de droga impone una sombra oscura sobre nuestra lucha como pueblo. Pero los clientes extranjeros pagan bien. Cultivar el opio es la única forma que tenemos para sobrevivir. Pedimos ayuda. No queremos nada mejor.” (Tiziano Terzani,  Alla festa del Re dell’Oppio, 1994).