Llegados a este punto y tras haber convertido la política en tema central de las cenas y reuniones familiares durante estas navidades resulta necesario establecer una serie de hipótesis sobre por qué no se constituye el gobierno de España tras las elecciones del 20 de diciembre. Aunque la respuesta parece sencilla (no hay mayorías absolutas) la no-formación del gobierno esconde mucho más.

En un sistema electoral donde el beneficiario siempre es el bipartidismo ha habido un motín. Los ciudadanos decidieron repartir sus votos entre distintos partidos y dieron lugar a la actual situación política. Dos y dos. Dos partidos seguros y confiados e incluso dispuestos a repetir los comicios: PP y Podemos. Y otros dos -Ciudadanos y PSOE- que son partidarios de mantener los resultados electorales y constituir gobierno conforme a ellos a través de coaliciones o pactos.

Algunos de los votantes del PSOE debieron sentirse satisfechos cuando un Pedro Sánchez confiado barajaba la posibilidad de unirse a Podemos en un posible pacto de izquierdas. La idea del recién estrenado candidato socialista se vio coartada cuando los barones del partido querían que gaviotas y claveles se unieran en pos de la unidad de España.

Aquellos que dieron su papeleta a los socialistas debieron dudar, entonces, de los ideales de un partido de centro-izquierda dispuesto a unirse en coalición con los populares.

Lo cierto es que al PSOE le interesa más defraudar a un sector de sus electores que volver a repetir unas elecciones en las que perderían votos. Nos volvemos a situar en un dos a dos. Dos partidos dispuestos a una segunda vuelta y otros dos que saben que volver a llevar a los españoles a las urnas supondría su suicidio político.

Fueron muchos los que hablaron de coaliciones y de pactos tras el 20-D (incluso algún conocido presentador de televisión llegó a inventar el “pactometro”). Con la jornada de constitución del Congreso de los Diputados y con las actuaciones (que muchos calificaron de ‘circo’) de los representantes de Podemos el pacto de izquierdas de ve aún más lejos y comienza a aparecer en el horizonte un Mariano Rajoy expectante y deseando convertirse de nuevo en Presidente.

Aún no hay nada claro. Pero sí podemos vislumbrar un conflicto de centro-izquierda. Muchos de los improvisados contertulios con los que tuve la oportunidad de hablar de política durante las pascuas afirmaban que Podemos, un partido que comenzó situándose en la izquierda más radical, se reparte ahora los votos del centro-izquierda, – históricamente y desde que el bipartidismo es conocido como tal- propiedad de los socialistas.

“Uno de los dos acabará desapareciendo”, decían algunos. Aunque el futuro es incierto una cosa es clara: Podemos y PSOE no comparten únicamente votantes sino también sus inicios. Ambos partidos- y a pesar de que el origen del partido socialista se sitúe en 1879- tuvieron su nacimiento en el seno de las universidades.

Líderes carismáticos como Pablo Iglesias o, en su día, Felipe González participaban en charlas de política junto a amigos como Alfonso Guerra o Iñigo Errejón que luego llegarían a ser compañeros de escaño. Incluso, muchos de los miembros del conocido “Club de la Tortilla” en el que se encontraban figuras ilustres del socialismo como Manuel Chaves se han convertido en los barones que impiden hoy a Pedro Sánchez formar y presidir un gobierno de izquierdas.

Han pasado 39 años desde que el gobierno socialista comenzó a hacerse un hueco permanente en el Congreso de los Diputados. España estaba inmersa en 1977, recién salida de una dictadura de cuarenta años y con una monarquía parlamentaria recién constituida. Hoy, casi cuatro décadas después, el mismo país está sumergido en un desafío independentista catalán, atraviesa los últimos recodos de una crisis económica, política y de valores y quiere un cambio visible que se hizo realidad en las pasadas elecciones del 20 de diciembre.

Decían que la historia era cíclica y aunque en contextos totalmente opuestos no se equivocaban. Ahora, con el 62% de la Cámara Baja renovada aparecen caras nuevas y diputados históricos como Gaspar Llamazares o Trinidad Jiménez desaparecen.  Mientras, las grandes empresas y las eléctricas les abren sus puertas.

Es verdad, hay algo que nunca cambia: las puertas giratorias.