Puede leer la décima parte aqui

ADMINISTRACIÓN Y ECONOMÍA (AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO)

La administración manchú

La administración Qing fue un calco de la administración de la dinastía anterior, la Ming. El emperador Yongzheng (雍正) presidía el Gran Consejo, un órgano que trabajaba bajo sus órdenes directas. Estaba compuesto por cinco o seis miembros, todos funcionarios de la más alta categoría. El Gran Consejo contaba con 60 asesores, la mitad manchúes y otros tantos de nacionalidad china (汉, Han).

Los ministerios eran los siguientes: Personal, Hacienda, Ritos, Guerra, Justicia y Obras Públicas. Conocidos como los Seis Ministerios, eran los encargados de aplicar las decisiones del emperador y a su vez eran controlados y supervisados por el Gran Consejo. Cada ministerio contaba con dos ministros, uno manchú y otro chino, y cuatro viceministros repartidos de igual forma. También existía, como en la administración de la dinastía Ming, la oficina del Censorado. Esta oficina no era responsable de la censura como la entendemos hoy día, sino de llamar la atención del emperador sobre los asuntos sospechosos, así como de vigilar a los funcionarios provinciales. Se trataba más bien de un departamento anticorrupción y de asuntos internos que no de una oficina de censura.

La división político-territorial comprendía 6 regiones: la China al sur de la Gran Muralla, Manchuria, el Tíbet, Mongolia, Qinghai y el Xinjiang. La China al abrigo de la Gran Muralla se dividía en 18 provincias regidas por sendos gobernadores. A su vez, estas provincias se reagrupaban en un puñado de entidades administrativas superiores supervisadas por 6 gobernadores generales. Así, por ejemplo, las provincias de Guangdong (广东) y Guangxi (广西), además de sus respectivos gobernadores, tenían uno superior a ellos llamado Gobernador General de los dos Guang. Las provincias se dividían en prefecturas (府, Fu), de las cuales había 180. Cada prefectura se dividía a su vez en distritos (县, Xian), de los cuales existían alrededor de 150.

La administración de Manchuria era distinta a la de las 18 provincias chinas. Las provincias de Heilongjiang y Jilin, en el noreste del país (al norte de la Gran Muralla), estaban organizadas sobre una base puramente militar mediante el sistema de las ocho banderas o estandartes (ver capítulo II). En cambio, la provincia de Liaoning, también situada en Manchuria pero limítrofe con China (con la Gran Muralla como frontera), de población a partes iguales entre manchúes y chinos Han, era gobernada como las 18 provincias chinas. En Heilongjiang y Jilin, los manchúes intentaron impedir la inmigración de los chinos Han y la asimilación a la cultura china para evitar el mismo destino que los anteriores conquistadores de China, los mongoles, quienes fueron asimilados culturalmente en muy breve espacio de tiempo. Sin embargo, debido a que muchos gobernadores manchúes ya estaban asimilados, fueron permitiendo que toda Manchuria se sinizara de forma paulatina.

Las provincias del Tíbet, Mongolia, Qinghai y Xinjiang eran administradas como territorios coloniales y dependían de la Superintendencia de Posesiones, una especie de Ministerio de Relaciones Exteriores creado en 1638 para controlar a las tribus mongoles que, tras ser vencidas por los manchúes, fueron incorporadas al sistema de banderas.

ECONOMÍA

Agricultura

En materia económica, durante toda la dinastía Qing el Imperio del Centro continuó siendo un país eminentemente agrícola y su financiación provenía por completo de los impuestos sobre la tierra. Hasta la primera Guerra del Opio siguió siendo una sociedad completamente feudal, y tras aquella pasó a ser un país semifeudal y semicolonial.

Hasta el siglo XIX, el aumento de la población en China fue enorme. De 1740 a 1850 la población se triplicó, pasando de 123 a 418 millones, algo insólito para una sociedad agraria y preindustrial. Semejante aumento de la natalidad provocó la necesidad de maximizar el rendimiento de la tierra para mantener a la población. Sin embargo, no había más tierra disponible, y la solución fue cultivar dos cosechas por año y por terreno. Si bien la agricultura no se benefició de ninguna innovación técnica, sí fueron introducidas nuevas variedades de arroz de maduración rápida, así como nuevos cultivos procedentes de América: maíz, papa, cacahuete y tabaco.

La tierra, que al principio de la dinastía Qing estaba repartida entre militares (las ocho banderas), latifundistas y unas pocas manos privadas, fue privatizándose progresivamente hasta el punto de que desaparecieron las concentraciones latifundistas. Las rentas se pagaban en taeles de plata o en especie, en cuyo caso se entregaba el 50 % de la cosecha.

Industria

En cuanto a la industria, esta se dedicaba principalmente al procesamiento de productos agrícolas, las manufacturas textiles, la pequeña metalurgia, la producción de papel, la fabricación de cerámica, la talla de madera, etc. La industria se concentraba mayoritariamente en las grandes áreas urbanas costeras del país (exactamente como hoy día). Era común la producción casera, familiar o en pequeños talleres.

Los historiadores marxistas sostienen la teoría de que la China de aquella época, a pesar de ser una sociedad fundamentalmente agraria, contenía el germen de una sociedad precapitalista, puesto que su industria artesanal estaba muy desarrollada y empleaba a mucho personal. Según su argumento, si Occidente y las demás potencias imperialistas (Rusia y Japón) no hubieran flagelado a China mediante constantes guerras de agresión durante toda la segunda mitad del siglo XIX, ésta podría haberse convertido en un país tan industrializado como cualquier nación europea o los Estados Unidos. No obstante, es tan solo una teoría.

En China las industrias manufactureras se agrupaban en corporaciones, que a su vez vendían sus productos a familias o clanes de comerciantes. En cuanto a la modernización de la industria a finales de la dinastía Qing, esta ya ha sido explicada en la segunda parte de historia (1840-1911), en concreto en los capítulos sobre el Movimiento de Extranjerización y la Reforma de los 100 días.

Pabellones extranjeros en Cantón | vía Google

Las Trece factorías en Cantón | vía Google

Comercio

El comercio fue muy activo en China durante la dinastía manchú. En las áreas urbanas se instalaban miles de mercados donde los campesinos vendían sus productos. Los mercados pequeños se relacionaban con los grandes mediante comerciantes que venían de éstos para intercambiar aceite, hilo, incienso y demás productos con los campesinos. En cada mercado se instalaban negocios tales como fondas y casas de té.

Los grandes mercados se encontraban en los puntos clave de comunicación fluvial y terrestre. No obstante, debido al alto coste del transporte, el comercio interno en China se limitaba al grano y a los productos de lujo. Ello era así porque al no existir una buena red de comunicaciones, al existir diferentes monedas locales, multitud de intermediarios y autosuficiencia agrícola en todas las provincias, solo los productos para la aristocracia junto con el grano, la moneda de cambio de la corte, eran rentables. Ello motivaba que en China fuera inviable la creación de un mercado nacional o articulado, base de las revoluciones industriales en Europa. En el siglo XIX, la situación mejoró notablemente gracias al intercambio tecnológico con Europa, la irrupción del ferrocarril y del barco a vapor.

El comercio exterior fue tolerado a partir de 1757, pero oficialmente solo estaba autorizado en el puerto de Cantón, donde los países extranjeros tenían sus pabellones y almacenes. Allí se concentraban una serie de megafábricas (para los estándares de la época) donde la mano de obra china (igual que hoy) fabricaba todo lo que encargaban los extranjeros. Esas fábricas eran conocidas como las Trece factorías o Factorías de Cantón. La prerrogativa de comerciar con los extranjeros se concentraba, por decreto del emperador Qianlong, en las manos exclusivas de un grupo de familias comerciantes agrupadas en una corporación llamada «Cohong». Este sistema de comercio en un solo puerto se conocía como Sistema de Cantón y perduró hasta 1842, año en que, en virtud del Tratado de Nankín, China se vio forzada a abrir al comercio exterior los puertos de Fuzhou, Xiamen (Amoy), Ningbo y Shanghái.

Cabe decir, no obstante, que el comercio exterior no revestía demasiada importancia para los manchúes, puesto que en aquella época China seguía con su tradicional política de aislamiento y autosuficiencia adoptada ya desde la dinastía Ming, tras el fin de las expediciones navales del Almirante Zheng He. El comercio en la dinastía Qing era fundamentalmente interno, aunque no estuviera articulado a escala nacional.

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