MUNICH, ALEMANIA. La Oktoberfest, la fiesta de la cerveza más famosa del mundo, finalizó ayer. Este año se ha celebrado entre el 21 de septiembre y el 6 de octubre. Aunque siempre comienza el primer sábado después del 15 de septiembre, los días exactos varían cada año. Se calcula que anualmente recibe una media de 6 millones de visitantes.
Esta fiesta, celebrada en Múnich, existe desde 1810, conmemorando la boda del príncipe Luis de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia, celebrada ese mismo año. La festividad ha tenido que ser suspendida en diversos momentos de la historia, por ejemplo a causa de las dos guerras mundiales y otros acontecimientos. Sin embargo, desde 1946, se ha celebrado ininterrumpidamente.
El momento inaugural corre a cargo del alcalde de la ciudad, quien abre el primer barril de cerveza y, tras servirse en su jarra, da por inaugurado el festival. La mayoría de los visitantes llevan los trajes típicos de Baviera: los Lederhosen, en el caso de los hombres y el Dirndl en el de las mujeres.
La entrada al recinto es gratuita. Todas las cervecerías de Múnich tienen su propia caseta y es allí donde elaboran una cerveza exclusiva para la Oktoberfest, con una graduación mayor que la de las cervezas tradicionales, unos 7 grados. Además, todas las cervezas que se sirvan deben cumplir la llamada Reinheitsgebot o ley de pureza, que establece que éstas han de ser elaboradas únicamente con agua, cebada y lúpulo. Dentro de las casetas es obligatorio consumir la cerveza que allí se produce y se sirve. Sin embargo, es muy complicado conseguir una mesa en alguna de las carpas, puesto que éstas suelen reservarse, como mínimo, con un año de antelación.
El precio medio de una jarra de un litro es de 10 euros. Además, pueden degustarse una gran variedad de alimentos típicos, como la Weisswurst (salchicha blanca) acompañada de la Bayerischer Senf, una mostaza dulce típica de la región. Otros platos bávaros que habitualmente se consumen durante esta fiesta son el Schweinshaxe (codillo de cerdo asado) o el Brathähnchen (pollo asado), ambos acompañados de chucrut o patata servida de diferentes maneras.
Además de las carpas, en la parte exterior hay gran cantidad de atracciones y puestos, similares a los de cualquier otra feria tradicional. Allí se pueden comprar dulces típicos, corazones de galleta o montar en una gran noria que te permite disfrutar de una vista general del recinto.
El único inconveniente es el alto precio de los hoteles. Durante estas fechas, las habitaciones suelen encarecerse un 50% con respecto a otras épocas del año. Muchos muniqueses aprovechan, además, para alquilar habitaciones dentro de su propia casa. Aunque algunos visitantes deciden aventurarse y dormir en estaciones de tren o en el aeropuerto, se aconseja reservar con meses de antelación, para conseguir precios más económicos y evitar tener que dormir en la calle.
Es tal el éxito de esta fiesta que otros países del mundo han decidido copiar la idea. Es el caso de España, Venezuela, Chile o Bélgica, entre otros. En diversas ciudades de estos países, se celebra también una fiesta de la cerveza, con tradiciones muy similares a las originales de la Oktoberfest.