BERLIN, ALEMANIA. Un fragmento de historia para expresar la libertad. La tinta se pulveriza en el aire y se adhiere al recuerdo, a un vestigio que aún inerte me habla. Oigo voces en lo profundo de mi cabeza, alguien intenta comunicarse conmigo, el latido de su voz es leve. No logro entender lo que dice. Pronto comienza a transformarse en ruido, en un eco diluido, que se pierde a través del tiempo.
¿Quiénes subyacen tras las voces del muro? Voy a pintar un ideal para que me oigáis. Una palabra tan profunda que podáis escucharla al otro lado, la misma palabra que se transformó en vuestro objetivo y con la que combatisteis la opresión.
Recuerdo a Nino Bravo entonando con fuerza su canción, ese himno que le erigió a Peter Fechter, primer alemán en intentar cruzar el muro de Berlín. Intentó huir junto a su compañero Helmut Kulbeik, quien tuvo suerte consiguiendo pasar. Por desgracia para Peter, tras ser abatido, la indiferencia y el temor de ambas partes firmaron su sentencia de muerte.
¿Será él, quien me quiere decir algo? Mis manos arden. La conciencia se agita, e impulsada por una fuerza sobrenatural, estalla en ríos de color sobre el lienzo de la historia. Creo que acaba de brotar el sentimiento. El arte que poseo cristaliza en una pieza de grafiti. ¿Qué tengo ante mí? Arte urbano llamando a las puertas del pasado. Una retrospectiva de la noche del 12 al 13 de agosto de 1961, que dejo dividido a un pueblo. Padres, madres, hijos, hermanos, abuelos, nietos; todos ellos despojados de su vínculo, separados por una barrera infranqueable.
Extienden la mano pero ya no pueden tocarse. Sus vidas quedan fragmentadas, vacías, carentes de sentido. El alma dividida en dos mitades. Su determinación les hace fuertes y el coraje se apodera de ellos. No hay barreras que corten sus lazos.
Desde el otro lado percibo su lucha diaria, el sacrificio de despertar cada mañana sintiendo a sus seres queridos y la imposibilidad de verlos. El tiempo pasa y casi se convierten en fantasmas de antaño. Sólo queda un recuerdo perfecto en la mente de cada individuo, una fotografía de lo que fue.
El tiempo traerá el sentido común. La oscuridad se rompe y se vuelve a vislumbrar la luz. Las piezas vuelven a encajar en los corazones de la gente, el muro ha caído. Los años de sufrimiento pasan a ser huellas imborrables de una realidad que aconteció. Las vibraciones de ayer siguen sintiéndose hoy. ¡El muro habla! Todos estamos aquí reunidos y compartimos con aquella gente su filosofía de vida. Somos artistas urbanos. Algunos nos defienden y otros nos tachan de vándalos. La intolerancia e incomprensión siempre formarán parte del ser humano, pero los cambios también vienen implícitos en el proceso. ¿Qué es ese ruido? Empiezo a entender el balbuceo y pronto escucho la palabra que en el muro pinto: Libertad.