El pasado 26 de Marzo en Yemen, algunos aviónes procedientes de Arabia Saudí bombardearon algunos puestos de los rebeldes chiítas. Así es como ha empezado oficialmente una guerra de la que no se habla, aparentemente olvidada por la prensa internacional y quizás considerada simplemente como el enésimo brote de tensión sin importancia en el mundo árabe.

Muchos no saben que Yemen, aunque quede aislado en la punta de la Península Árabiga, se encuentra en una posición privilegiada ya que de ahí salen los superpetroleros de los países del Golfo Pérsico cargados de crudo hacia Occidente e Oriente. Junto a Eritrea y Yibuti, Yemen –tres de los países más pobres en el mundo- comparte el estrecho de Bab-el-Mandeb, zona crucial  donde cada dia pasan más de 3.8 millones de barriles diarios.

Está claro que países como Arabia Saudí y  Irán  tienen los ojos bien clavados en zonas estratégicas como ésta para defender sus propios intereses. Pero esta no es una guerra que se acaba en la economía. Hace pocos meses, el leader de Iran, Hassan Rohouani, chií, se refirió a la política del petróleo de Arabia Saudí como una gran “traición al mundo mussulmán”. Tal política se basa en mantener la producción de petroléo intacta pese el exceso de oferta mundial que ha hundido los precios.

Y ahora, algunos detalles concretos que nos ayudan a desenredar el complejo ovillo en el que se sitúa esta guerra del mundo árabe. En Yemen existen grupos de milicias Hutiés (que son rebeldes chiítas zayditas) claramente apoyados por el gobierno de Irán (aunque Irán y los mismos Hutiés niegan). Este peculiar grupo fue el que llevó a cabo la “Primavera Árabe” junto a exponentes de la Hermandad Musulmana (Islah) e incluye más del 35% de la población yemení.

En los últimos años, gracias a una extraña y callada alianza “por conveniencia” con el ex leader yemení Saleh, los Hutiés han ganado terreno en casi todo el país.

En 2012, el presidente Saleh deja el liderazgo en las manos de Hadi, un político que no es capaz de cumplir con las promesas de la Primavera Árabe. De hecho, se forma un gobierno donde muchos de los grupos que habían sido discriminados siguen sin ser representados, y donde el poder queda en las manos de los mismos póliticos del gobierno antecedente (importante es la presión de Arabia Saudí para que los Hutiés chiítas no se refuercen con cargos póliticos).

Arabia Saudí justifica su intervención en Yemen por cuestiones “de seguridad”. Desde su punto de vista, compartir un buen trozo de frontera con Yemen significa que es imprescindible mantener el status quo, ya que una consolidación de los chiítas yemenis puede significar un refuerzo de la minorancia chiíta  que se encuentra en algunas zonas sureñas de Arabia Saudí, y que desafían periódicamente la monarquía sunita.

Como si no fuera suficiente, la situación se complica por la presencia de Al Qaida en la península árabiga. En los territorios del sur actúa AQAP (la celúla más potente de Al Qaida que hace escasos meses ha reivindicado los ataques a Charlie Hebdo). Por su parte, AQAP se opone a todos:

-al presidente Hadi, que en los últimos tiempos colabora con EEUU en los ataques de drones;

-a los rebeldes Hutiés, por ser chiítas en Yemen;

-al ISIS yemeni, que ha cumplido sus primeros atentados el 20 de marzo de 2015 hiriendo a muerte más de 130 personas.

Por últmo, pero no menos importante, la situación de la población yemení. A día de hoy, más de 4.300 refugiados han dejado el país por causa de la guerra. Lo más curioso y preocupante es que la mayoría de ellos intentan encontrar refugio a menos de 30 km de Yemen, en el estado áfricano de Yibuti.

Yemenís procedientes de las ciudades, que hasta ayer vivían en pisos con cocinas y aire acondicionado, se encuentran hoy en las tiendas de los campos de refugiados de la ONU.  Las  condiciones son terriblemente precarias y faltan muchas cosas básicas. La mayoría de ellos no se quiere quedar en el Cuerno de África, ya que la falta de trabajo y de posibilidades supone un límite increíble. Muchos de ellos afirman que pronto marcharán a Europa.

Los agentes de la ONU esperan recibir otros 15.000 yemenís en los próximos 6 meses. Está claro que esto va a crear una enorme presión en un país pequeño como Yibuti que tiene que luchar contra la sequía, el desempleo y la pobreza generalizada.  La crisis humanitaria se junta así, con la presión de otros miles de imigrantes que con mucha probabilidad pronto llamarán a las puertas de Europa.

Pero éste es otro cuento..